domingo, 15 de agosto de 2010

La literatura y el lunfardo


El lunfardo es parte de nuestra raíz, de nuestra identidad de argentinos y ciudadanos de Buenos Aires.
Práticamente no hay una letra de tango que esté escrita totalmente en español: las palabras en lunfardo son ingredientes esenciales del tango-canción.Es nuestro “sello” de pertenencia lei por ahi que " El lunfardo, mezcla rara de Cervantes, Celedonio e Internet "

Se trata de un repertorio de voces, muchas de ellas traídas por la inmigración, que comenzó a desarrollar entre nosotros una existencia paralela al habla común y terminó, en no pocos casos, siendo asimilado por nuestro lenguaje familiar y coloquial.
Aunque en sus comienzos sólo se lo hablaba en la trastienda del idioma, no por eso dejó de ser escuchado. Y ha sido en la calle, en el conventillo, en el café, en el sainete, en la poesía popular y en las letras de tango, donde ha encontrado el medio más apto para su difusión.

Lei que generalmente se toma al lunfardo como distintivo del porteño (rodeando el puerto de Buenos Aires) y se lo emparenta con el tango como marcador exclusivo de sus letras, al punto tal de concebir que una letra de tango sin palabras en lunfardo, no es tango.

Lo cierto es que el lunfardo nace en la cárcel y no en los conventillos como se cree. Los “reos” comenzaron a inventar vocacablos para poder hablar entre ellos y no ser comprendidos por los carceleros. De esta manera, crean un lenguaje identificatorio y de pertenencia de grupo.
Cuántos de nosotros hemos usado alguna vez el famoso “geringoso” entre amigos, para no ser entendidos por nuestros padres o nuestros hermanos menores.
Sucede que, por esa época -1920, 1930- , se produjo la gran fuente inmigratoria, en donde italianos, españoles, algunos polacos y alemanes, convivían en el mismo conglomerado.^

Por ese entonces, era un “idioma a parte”, perteneciente a una clase marginal, no sólo por su forma de vida, sino también, por ubicación geográfica.
El lunfardo es por un lado, una necesidad de apartarse de la clase dominante y por otro, una necesidad de pertenencia y solidaridad entre quienes estaban por fuera de lo establecido.
Cambian las palabras y con ello los valores. Un ejemplo de ello es considerar al ladrón “punga“. el que estuvo en la cárcel como un”hermano”; llamar “mina” a una mujer era importante, la mina no era cualquier mujer, sino esa mujer que tenía actitudes de varón y por ende considerada una “par”.
Gramáticamente este lenguaje particular, está formado por tres grupos de palabras que se pueden clasificar de la siguiente forma:


*Palabras construídas “al revés”, al verre – zapie.
*Palabras que provenían de una raíz madre, laburar (laboro).
*Palabras inventadas, percanta – cotorro – papusa.

Por cierto que el lunfardo propiamente dicho, así como nació en los años ‘30, quedó de alguna manera inmortalizado en las letras de algunos tangos, que al dibujar una historia de vida, sus autores le dieron la partucularidad de mantener intacto su lenguaje.

Es decir, se habla de una determinada manera para un determinado grupo, para llegar a ese grupo e incorporarlo a la cultura.
El lunfardo es parte de nuestra raíz, de nuestra identidad de argentinos y ciudadanos de Buenos Aires. Es nuestro “sello” de pertenencia
En síntesis, y volviendo a lo nuestro: el “idioma” de Celedonio Flores, como el de Cervantes, se encuentra en constante evolución. Su destino: el argentinismo.

                                       TANGO EN LUNFARDO

FANFARRÓN Y CHANTA

de Julio Ravazzano Sanmartino
Hoy que la vas de señor
porque te sobra la guita
y cuando das una cita
la apuntás en El Molino
hoy que torciste el camino
y no venías más al feca
hoy que no morfás buseca
porque es comida de pobre
yo te pido que te acuerdes
de tus tiempos sin un cobre.
Fanfarrón engrandecido
recordate del pasado
cuando el cuento del finado
diariamente era tu escabio
no te olvides mono sabio
de la vieja carbonera
que te daba la catrera
en las bolsas de carbón
y a la hora del puchero
morfabas como un león.
Como todo, te cambiaste
y tu vida es viento en popa
hoy sos un bacán falopa
que ya se abrió de la barra
y en aquel patio de parra
donde quisiste ser vate
no olvidés el disparate
que hiciste con la María
el día del compromiso
brindando con leche fría.
Sos un puntacho junado
por el rante sabalaje
a vos te faltó coraje
en las lides del amor
hoy la vas de gran señor
con bobo de oro y marroca
te pichicateas con coca
y sos de la sociedad
ya no frecuentás las pizzerías
porque odiás la fainá.
Yo que te juno, fanfarrón
puedo batir tu pasado
pero te dejo encanado
en mi silencio piola
olvidate, pasta frola
del conventillo florido
y aunque el destino ha querido
plastificar tu emoción
yo sólo puedo decirte
que sos un gran fanfarrón.
GLOSARIO

Fanfarrón: Chanta: informal, tramposo
EL MOLINO: Confitería muy tradicional, famosa.
(En este momento está cerrada)
Guita: dinero
Feca: café (al verre) al revés.
Morfás: comés
Buseca: el tuétano de vacuno para hacer sopa con verduras
Cobre: moneda
Finado: muerto
Escabio: borrachera
Catrera: cama
Puchero: comida económica con verduras y huesos de vaca
Bacán:Concubinario; hombre que mantiene una mujer; bien de plata
Falopa:Droga / cosa de poca calidad /Producto ilegítimo
o adulterado (whisky falopa)
Barra: grupo de amigos
Parra: la planta de las uvas.
Vate: adivino o poeta
Puntacho. Punto (en sentido despectivo)
Junado: mirado, observado
Rante: ATORRANTE, individuo que le escapa al
trabajo y practica el "dolce far niente"
Sabalaje: Grupo de individuos de baja condición
Bobo: reloj
Marroca: cadena del reloj
pichicateas: te drogas
Fainá: pasta hecha deharina de garbanzos
juno: miro
Batir: decir, deltar
Encanado: Endeudado
Piola:Vivo, despierto.
Pasta Frola: tarta con dulce membrillo o batata
Conventillo:Casa de inquilinos. Casa de vecindad de
aspecto pobre y de muchas habitaciones.
Plastificar:Persona estructurada, carente de carisma.
Fanfarrón:Chanta: informal, tramposo



romi

sábado, 14 de agosto de 2010

Edgar Morisoli


Para llegar a su casa hay que alejarse un poco del centro de Santa Rosa, extensa y abierta a los cuatro rumbos del viento, pandita, igual que el agua del río... En esa casa pequeña y cálida, tan poblada de recuerdos como repleta de proyectos, nos aguardaba junto a su esposa e inseparable compañera, Margarita Monges, también poeta y narradora.


Edgar Morisoli

Nació en Acebal, Santa Fe, pero está radicado en La Pampa desde 1956. La elección de "radicado" no es casual: la raíz de su poesía se hinca profundamente en esa tierra austera para desplegar desde allí la metáfora del hombre. Porque "el Sur", para utilizar el término abarcativo que emplea la profesora Ana Silvia Galán –estudiosa de su obra–, es un universo, "y por eso es El Universo", subraya el poeta.
Después de un breve período de actividad profesional (es agrimensor) en el litoral bonaerense –reflejado justamente en Tiempo Litoral, aún inédito– fue contratado por el gobierno de La Pampa para realizar estudios para el aprovechamiento integral del río Colorado. Así recaló en el departamento de Caleu Caleu.
"La zona me hechizó de entrada. No encuentro otra palabra que hechizo, sortilegio, un largo sortilegio", recuerda. Hasta allí se trasladó con su mujer y sus pequeños hijos.
La Adela, Colonia 25 de Mayo, el sur y el oeste pampeano, paisaje desértico y árido, son "la realidad, el marco de lo que yo trato de expresar con mi poesía" porque "los elementos del entorno tienen una presencia notoria en mi obra". Dilatada obra que el autor divide en dos etapas.
La primera abarca del '59 al '74 e incluye cuatro libros: Salmo Bagual, Solar del Viento, Tierra que sé y Al Sur Crece tu Nombre, todos publicados por Ed. Stilcograf, de Buenos Aires. En realidad, comenzó dos años antes, en el '57: Salmo Bagual tuvo una primera edición, más breve, a cargo de la Dirección de Cultura de La Pampa, "cuando estaba al frente un importantísimo escritor pampeano, Juan Ricardo Nervi".
Luego siguió un largo período de silencio editorial, del '74 al '94. "Vino la dictadura, y se nos complicaron las cosas a todos.
No era el primer golpe, pero sí el más fuerte. Fueron 20 años de silencio" porque "los procesos espirituales no tienen un ritmo ni una respuesta automática, no cesan así nomás". Pero la obra continuó, soterrada como el 'alpataco', un algarrobo "que crece en las planicies del oeste, bajo vientos tan fuertes, intensos y persistentes que el tronco es subterráneo, para defenderse". El fruto salió a la luz en 1994 en Obra Callada, seis libros reunidos en un volumen bajo el sello de Ediciones Pitanguá, de Santa Rosa.
Desde entonces, el torrente no cesa, abarca seis obras más: Cancionero del Alto Colorado, Bordona del Otoño /Palabra de Intemperie, Hasta aquí la canción, Cuadernos del Rumbeador, La lección de la diuca, Última rosa, última trinchera y Un largo sortilegio, a los que pronto habrá que sumar Tabla del Náufrago.

En la poesía de Morisoli, se ha dicho alguna vez, se conjugan "vocación y destino". El quehacer poético, conviene recordar, se desarrolló simultáneamente a la labor del agrimensor, que mide, conoce, palpa la tierra con una mirada penetrante que no es la del hombre común. "Si yo fuera turista o transeúnte, /no vería otra cosa/ que una prolija estiba de ataditos de leña (...) pero resulta /que no soy transeúnte ni turista", refiere en "Ataditos". La conjunción se resuelve en una deslumbrante riqueza expresiva, un nombrar que es rescate de cosas que "se nos van como un agua delgada entre los dedos" ("Salmo Bagual") y aprovecha el detalle mínimo de un paisaje despojado para elevarlo a una instancia superior: "¿Cómo alcanzarte con palabras, cómo alcanzarte sino con palabras?" ("Rama de sauce contra el cielo del alba").
El nombrador no sólo rescata un paisaje, también construye una épica de los héroes anónimos que pueblan La Pampa, "una tierra muy castigada", escenario de "despojos, genocidios y grandes éxodos, pero también de resistencias populares". Entre las injusticias que lamenta, una deja una marca fuerte en su poesía: es el despojo de los ríos Atuel y Chadileuvú a manos de Mendoza por la construcción de la represa El Nihuil, con su estela de miseria y despoblamiento del oeste pampeano.
Su actitud comprometida socialmente está presente desde los comienzos de su obra, pero en los poemas más recientes, donde hay un trabajo de síntesis mayor, profundiza a partir de pequeños hechos, metáfora de la devastación del neoliberalismo. Aunque ya en 1974, el gran Luis Franco, en Reflexiones acerca de la poesía actual (lamentablemente inédito) decía: "Lo que más debe calificar al poeta de hoy es tener imaginación para la verdad mayor del día: para concebir la revolución, menos como un somero episodio político que como un ecuménico acontecimiento cultural y espiritual (...) Edgar Morisoli, uno de los poetas mayores de la actualidad, construye, desde la región más postergada de La Pampa, una sólida y bella poesía esclarecedora, hecha menos para el deleite musical que para meterla en nuestro respiro y nuestro pulso".
Otro rasgo destacable es el entrecruzamiento de la palabra con otras artes, como la música (ver Las canciones) y la plástica. Las obras de la segunda etapa, de excelente presentación, van generalmente acompañadas por ilustraciones de pintores y fotógrafos pampeanos que Morisoli ha invitado a participar.
Párrafo aparte merece su colaboración en revistas culturales y encuentros literarios, que en el último tiempo han constituido un fenómeno nuevo, de circulación de cultura interior-interior, "que no pasa por Buenos Aires y por lo tanto Buenos Aires ignora. Yo admiro a tantos grandes poetas porteños, la vida cultural porteña es tan rica... pero también lo es la del interior. Algún día tendremos que encontrar la forma de ir cerrando esa brecha". Entre las revistas destaca Silabario, de Córdoba, y El Camarote, de Viedma.




La belleza sera para todos

La belleza será para todos. Si así no ocurriera,

la culpa y la pena destemplen las cuerdas de cada guitarra,

enluten paletas y quiebren pinceles, buriles o gubias,

y entierren en cieno de olvido la pluma o el lápiz que escriben el verso.

La belleza será para todos pues nace de todos los sueños del hombre,

y hasta el más desvalido merece su trozo de pan de hermosura en la Tierra,

porque guarda en su alma el inmenso poder de anhelar libertad y justicia,

y alzarse en la cresta de su rebeldía desafiando la sombra y el miedo.

Cruje el mundo, sus máscaras. La vida custodia la vida bajo la tormenta,

y en el haz del erial perpetúa su verde porfía de erguirse en el viento,

que varón y mujer consagraron simiente del tiempo y el árbol futuro,

del árbol urgente y plural cuyos frutos serán para todos.

De la angustia y la herida y el grito también nacerá la belleza,

del secreto crisol que fusiona nostalgias y anhelos,

de la íntima lid en que cada corazón vencerá su zozobra

y cada garganta hallará su registro: su timbre y su tono y el propio fraseo.

La belleza será para todos y no para el goce mezquino de un príncipe

de ayer o de hoy. Y el cantar cuando ofrezca al silencio su espiga sonora,

brindará para todos el hondo bordón o la endecha de ausencia,

la austral melodía hilada en el huso sutil de los álamos,

y el invicto misterio de cómo retoña una vez y otra vez la esperanza.

Edgar Morisoli

(Coda de Última rosa, última trinchera, 2005)







romi

viernes, 13 de agosto de 2010

Bartolomé Hidalgo

Los cielitos de Bartolomé Hidalgo Los temas más significativos de la poesía gauchesca tienen que ver con la justicia social, y su propósito fundamental consistió en rescatar del olvido la figura del gaucho.


CIELITO DE LA INDEPENDENCIA (fragmento) Cielito, cielo festivo,


Cielo de la libertad,
Jurando la independencia,
No somos esclavos ya.
Los del Río de la plata
Cantan con aclamación
Su libertad recobrada
A esfuerzos de su valor.
Cielito, cielo cantemos
Cielo de al amada patria,
Que con sus hijos celebra
Su libertad suspirada.




romi

jueves, 12 de agosto de 2010

Literatura gauchesca

La literatura gauchesca es un subgénero propio de la literatura latinoamericana que intenta recrear el lenguaje del gaucho y contar su manera de vivir. Se caracteriza principalmente por tener al gaucho como personaje principal, y trascurrir las acciones en espacios abiertos y no urbanizados (como La Pampa argentina). Es importante destacar que, más allá de que este género tiene como eje principal al gaucho, generalmente es usado por escritores de alto nivel socioeconómico. Esta literatura presenta descripciones de la vida campesina y sus costumbres, así como de los personajes sociales de ese entonces: indios, mestizos, negros y gringos, entre otros. Suele haber una exaltación de lo folclórico y cultural, y se emplea como protesta y para realizar una crítica social. En la forma y el lenguaje, se distingue por el empleo abundante de metáforas, neologismos, arcaísmos y términos indígenas. Suele haber poco uso de sinónimos, y predomina el monólogo sobre el diálogo.

Aunque hay casos aislados de literatura gauchesca desde el siglo XVIII, es en el siglo XIX cuando se establece firmemente como un género.
Los ejemplos del siglo XIX son fundamentalmente poéticos: los versos políticos de Bartolomé Hidalgo, la poesía en el exilio de Hilario Ascasubi, y la obra de Estanislao del Campo y Antonio Lussich.
La narrativa gauchesca empieza a desarrollarse hacia finales del siglo XIX.
Eduardo Gutiérrez alcanzó especial popularidad con casi una docena de novelas sobre el gaucho, frecuentemente centradas en el gaucho malo, y por lo tanto sus novelas están llenas de peleas sangrientas, violaciones y otros episodios...
El Martín Fierro de José Hernández es la obra literaria argentina que más ha trascendido en el mundo; cuenta con traducciones a setenta idiomas y dialectos. Hoy se puede leer como una especie de novela histórica narrada en versos, en dos partes, la primera de 1872, El Gaucho Martín Fierro y la segunda de 1879, La vuelta de Martín Fierro . Pero también puede ser considerada una obra actual porque, más allá de la mirada social y el costumbrismo que acompañan el relato, toma temas universales.
Moreno Palacios apoya la teoría de que antes de convertirse en personaje, Martín Fierro fue una persona real, conocida como Melitón. Hay muchos datos que invitan a pensar que Alvaro Barros, sargento mayor del Batallón 11 de línea, fue quien le contó a su amigo José Hernández la historia de un reo que terminó en su ejército cumpliendo una pena que le impuso la Justicia. Ese gaucho renegado que fue preso en 1866 y se escapó sería el verdadero inspirador de la que fue y sigue siendo la biblia de la literatura gauchesca

JOSÉ HERNÁNDEZ

(1834 - 1886)
Fue soldado, periodista, funcionario público y legislador, partidario de Urquiza y de las divisas del federalismo. Publicó Rasgos biográficos del general D. Angel Peñaloza, texto con el que se enfrenta por primera vez a Sarmiento, y que demuestra su calidad como cronista y su capacidad para la polémica. Publicó también, Intrucción del estanciero; tratado completo para la planteación y manejo de un establecimiento de campo destinado a la cría de hacienda vacuna, lanar y caballar, que, es como el anterior un escrito de visible aspecto político.

El gaucho Martín Fierro y La vuelta del Martín Fierro, son dos textos conocidos en la actualidad como las dos partes de una misma obra, que marca el punto más alto y definitivo de la poesía gauchesca, constituyéndose en una de las obras esenciales de toda la literatura argentina.
La primera parte puede leerse como un alegato contra los abusos de la presidencia de Sarmiento. La notable repercusión que obtuvo el poema alentó a Hernández a realizar una segunda parte, siete años más tarde, en la que la dureza de la primera deja lugar a un cuadro más matizado y complejo del mundo rural.

Bartolomé Hidalgo

Es considerado el iniciador formal y el primer representante de la literatura gauchesca. Nacido en Montevideo, recibio una educación irregular de autodidacta. Considerado como el primer poeta del Uruguay, cantor de la gesta de Artigas y precursor en la versificación en la lengua hablada por los gauchos orientales, fue autor de la Marcha oriental, de corte neoclásico.
Cruzó el Río de la Plata en 1818, e inició en Buenos Aires una singular carrera de poeta profesional, que duró apenas cuatro años, ya que murió joven, en 1822.


Hilario Ascasubi

Nació en Fraile Muerto (hoy Bell Ville), provincia de Córdoba; a los 12 años se embarcó hacia Estados Unidos. Pero el barco acabó en Lisboa, de donde escapó a Inglaterra primero y a Francia después, para volver finalmente a América.
En 1825, ya en Buenos Aires, se enroló en las fuerzas unitarias del general Lamadrid. En 1892 pasó a Montevideo con el general Lavalle y regresó a Buenos Aires, donde fue apresado por la policía de Rosas, a fines de 1830. Dos años después (1832), escapó de la cárcel, cruzó el Río de la Plata y se instaló en Montevideo, donde residió hasta la caída de Rosas, veinte años más tarde. Fue justamente en Montevideo, a los veintiséis años, donde Ascasubi, afirmado en la tradición iniciada por Bartolomé Hidalgo, escribió y publicó sus primeros poemas gauchescos. Emprendía así una eficaz carrera de libelista, que tuvo como centro casi exclusivo de sus ataques la figura de Rosas y el rosismo.


  Estanislao del Campo

Es autor consagrado por una sola obra: Fausto, impresiones del gaucho Anastacio el Pollo en la representación de esta ópera. Se trata de un poema altamente representativo de un período muy singular de la literatura gauchesca: el de su convergencia con la poesía culta. Por otra parte fue, después del Martín Fierro de José Hernández, el más popular poema gauchesco del siglo XIX.
Hijo del coronel Estanislao del Campo, fue mitrista y peleó en defensa de Buenos Aires contra la Confederación, en las batallas de Cepeda y Pavón. Debido a la gran admiración literaria y personal que sentía por Hilario Ascasubi (y más como un pasatiempo que como un oficio o profesión), decidió adoptar un seudónimo, Anastacio el Pollo, evidentemente derivado del Aniceto el Gallo de Ascasubi. Las primeras composiciones de Anastacio del Pollo aparecen en la publicación Los Debates y fueron efusivamente saludadas por Ascasubi, reconocimiento que fomentó entre ambos autores una simpatía poética y política.




romi







lunes, 9 de agosto de 2010

Tantango

Del coito celestial de dos ciudades,
acrisoladas márgenes del Plata,
vio la luz este hijo, que es el hijo
del Río como Mar. Y en la barata
promiscuidad del noble conventillo,
antro heroico del piojo y de la rata,
gimió el Tango el vagido inconfundible,
orillero, asocial y de alpargata.
Dos ciudades preñadas de poesía,
patria del Tango para siempre mía.
De pronto fue la antigua melodía,
alguien le marcó el ritmo, un tercero
le hizo el contrapunto y por entonces
llegó el canto. Siguieron con esmero
arpegios y glisandos, el acorde,
la síncopa endiablada y el austero
vibrar del bandoneón grave y solemne;
voz antigua de canto marinero.
Llegaban cada uno de su tierra.
Coincidieron aquí. La suerte es perra.
Se encontraron al Sur del hemisferio,
el temor tiene algo de hermosura,
se retan dos pasiones frente a frente
al borde de la misma sepultura
y en el sordo latido del silencio
dejan de respirar; toman altura,
dan juntos a la vez el primer paso
-el paso inaugural- y la aventura
esta danza nació así, de repente,
como suele ocurrir entre la gente.
Arrastrados, al fin, por la corriente
sentimental de aquel malabarismo,
refugio de la fe, para ser uno
con su pirueta al borde de un abismo,
en señal de respeto se miraron
ojo en ojo y el Otro es uno mismo.
Dicen que están bailando todavía,
lo demás es, tal vez, un espejismo.
Si quien comparte el pan es compañero
el que comparte el Tango es cotanguero.
¿Qué se iban a decir, en que dialecto,
jerga o idioma para su alegría,
verso de amor o amargo desengaño
cultivando el dolor de cada día?.
¿Cómo expresar con las mismas palabras
de otro modo la suma y la manía
de esgrimir en defensa de la imagen
el baluarte de la mitología?.
Sopló el Ángel del Tango en su trompeta,
cada Evangelio tuvo su poeta.
La emoción en suspenso, el alma quieta,
ausente del amor y de sus males,
evoca los fantasmas de aquel tiempo
que nunca fue. Acaso los anales
de la invención crearon este sueño
donde se citan turbios arrabales,
donde se mezclan héroes y traidores
que luchan en combates desiguales.
La leyenda se forja paso a paso,
todas las cartas son del mismo mazo.
Va subiendo la cuesta y su silueta
de duende bailarín caracolea
vertiginosos cortes y quebradas
y lo embriaga el olor de sangre fresca,
sangre que evoca hímenes ingenuos,
mitológicas vírgenes porteñas
y se pierde en tugurios-laberintos,
Minotauro del verso y de la idea.
Como Fausto, celebra su pecado
de lírico alquimista enamorado.
Bate metal de sueños el herrero
sobre la fragua eterna del poeta
y en el yunque del verso va forjando
la perfecta unidad de su cuarteta.
Este herrero es Ferrer, veo en su rostro
las huellas de la mágica careta
y al caer el telón tras el aplauso
descansa el corazón en su maleta.
Académico, mago, abracadabra,
trashumante del gesto y la palabra.

Juan Tajes




Nació en Montevideo, Uruguay en 1946 Literatura:
1962-2009
A partir de 1962:
Charlas en diferentes círculos literarios en Montevideo y en el interior del pais.
Participa en la fundación del Grupo Intelectual Vanguardia que auna a los poetas de la generación del 62.
Gira poética por diferentes ciudades del litoral Uruguayo
Salón del Poema Ilustrado en la Feria del Libro y el Grabado 1962 – 1963 – 1964
Obra editada
1963- Canto Al Hombre – poesía- Montevideo- Uruguay
1964- Cristos de arcilla- poesía- Montevideo-Uruguay
1965- Esquina Cero –antología poética- La Plata- Argentina
1971- La Otra Guerra - cuento – Mención Especial concurso El Popular – Montevdeo – Uruguay
1996 – Tantango- Poesía- Amsterdam – Holanda
1997 – Tantango – Poesía- Revista-Libro de la Academia Nacional del Tango -Buenos Aires- Argentina
2009 - Mama ik wil een vriendje - poesía - ( edición colectiva en “Het beste van Poëzie in het Park” - Amsterdam


Obra traducida al Holandés:


1983- Amicitia 83 – Teatro- Editorial De Woelrat- Amsterdam-Holanda
1995- Soneto a tu ciudad – Poesía- Revista Amsterdam Sur- Amsterdam - Holanda
1996-Tantango-Poesía-Amsterdam - Holanda
1997- La Otra Guerra- cuento - Revista Amsterdam Sur – Amsterdam – Holanda
1998- Tres Sonetos - poesía-Revista De Tweede Ronde – Amsterdam – Holanda
2008- Poesía
2009- El crímen – cuento


Lectura de Poesía:


2001 –Foire de la Poesie – Paris – France
2002 - Poëzie en Tango – Dordrecht-Holanda
2008 – Poëzie in het park – Amsterdam
2009 – Poëzie in het park – Amsterdam
Recitales y conferencias en español:
Guillén y otros Afroamericanos (recital)
Amor Sagrado y Profano ( recital)
Elogio de la lengua Espanyola (recital)
El tango en la literatura (recital)
Borges y el Tango (recital)
La máscara en la Commedia dell’Arte (conferencia)
El Actor detrás de la máscara (conferencia)
El Tango en el teatro Rioplatense (conferencia)
Mitificación de la ciudad en la poesía y las letras de tango (conferencia)
Jorge Enrique Adoum o el teatro de la subversión -2008


romi

viernes, 6 de agosto de 2010

Exilio



Esta manía de saberme ángel,

sin edad,

sin muerte en qué vivirme,

sin piedad por mi nombre

ni por mis huesos que lloran vagando.


¿Y quién no tiene un amor?

¿Y quién no goza entre amapolas?

¿Y quién no posee un fuego, una muerte,

un miedo, algo horrible,

aunque fuere con plumas,

aunque fuere con sonrisas?


Siniestro delirio amar a una sombra.

La sombra no muere.

Y mi amor

sólo abraza a lo que fluye

como lava del infierno:

una logia callada,

fantasmas en dulce erección,

sacerdotes de espuma,

y sobre todo ángeles,

ángeles bellos como cuchillos

que se elevan en la noche

y devastan la esperanza.



                                            Alejandra Pizarnik



El día en que murió Alejandra Pizarnik nació la leyenda de Alejandra Pizarnik. La escritora argentina, hija de judíos rusos, se suicidó con una sobredosis de seconal sódico el 25 de septiembre de 1972. Tenía 36 años y acababa de cumplir, y para siempre, una de sus las muchas promesas de autodestrucción que había hecho a sus amigos. "Somos gente complicada o, más exactamente, laberíntica. A pesar de esto último, no soy confusa y sé perfectamente lo que quiero y lo que no quiero, lo cual, a veces, es una desgracia". Estas palabras que la poeta escribió a su editor español son un buen autorretrato de alguien cuya vida, siguiendo el mito romántico, fue durante años interpretada a la luz de sus diarios y, sobre todo, de sus poemas, llenos de referencias viscerales a la noche, el exilio, el abandono y la muerte.



romi


Alejandra Pizarnick



Flora Alejandra Pizarnik nació el el 29 de abril de 1936 en Buenos Aires, Argentina.

Estudió filosofía y letras en la Universidad de Buenos Aires y pintura con Juan Battle Planas.

Vivió en París desde 1960 hasta 1964, en donde trabajó para la revista Cuadernos y algunas editoriales francesas, publicó poemas y críticas en varios diarios, tradujo a Antonin Artaud, Henri Michaux, Aimé Cesairé, e Yves Bonnefoy, y estudió Historia de la Religión y Literatura Francesa en la Sorbona.
De regreso a Buenos Aires, publicó tres de sus principales libros: "Los trabajos y las noches", "Extracción de la piedra de locura" y "El infierno musical", así como su trabajo en prosa "La condesa sangrienta".
En 1969 recibió una beca Guggenheim, y en 1971 una Fullbright.

Es una de las poetas más importantes de Argentina. Realizó su obra siendo una de las voces más representativas de la generación del '60. Su poesía, lírica, que roza el surrealismo fue una de las que más marcó a las posteriores generaciones poéticas de ése país. Alejandra Pizarnik retrabajó en su poesía las tradiciones románticas, simbolistas y surrealistas. Su poesía se encargó de poner en escena lo desgarrador del silencio creativo, abriendo una puerta para las nuevas mujeres poetas, para trabajar sobre ese material.

El 25 de septiembre de 1972, mientras pasaba un fin de semana fuera de la clínica psiquiátrica donde estaba internada, murió de una sobredosis intencional de psicofármacos.

La poeta se debate entre dos fuerzas, revalorar su deseo en la noche, buscar el Eros y explorarlo o dejarse aplastar por la depresión. Consumida por el llanto, el tedio, la auto compasión y la pena, ella se siente tan leve como el aire, sin poder oponer resistencia a las fuerzas que la debilitan y consumen. Pierde la esperanza en el lenguaje para deconstruir su situación, el idioma se estanca en un punto muerto, sin ofrecer una salida a la circunstancia negativa que le hace lamentar su soledad.

En su poema hija del viento, expresa como la ansiedad se vuelve dos animales hambrientos, el miedo y la soledad que la consumen. Haciéndole sentirse invadida en toda su intimidad y testigo de la caída de su voluntad hacia la nada. Ella fue una poeta que pudo llevar a la letra los estragos de la depresión, ese mal invisible que está dentro del ser humano y quita color a la vida.



Hija del viento

Han venido.

Invaden la sangre.

Huelen a plumas,

a carencias,

a llanto.

Pero tú alimentas al miedo

y a la soledad

como a dos animales pequeños

perdidos en el desierto.


Han venido

a incendiar la edad del sueño.

Un adiós es tu vida.

Pero tú te abrazas

como la serpiente loca de movimiento

que sólo se halla a sí misma

porque no hay nadie.


Tú lloras debajo del llanto,

tú abres el cofre de tus deseos

y eres más rica que la noche.


Pero hace tanta soledad

que las palabras se suicidan.
 
 
 
romi
 

miércoles, 4 de agosto de 2010

Silencio ......de Andrès Eloy Blanco


Cuando tú te quedes muda,
cuando yo me quede ciego,
nos quedarán las manos
y el silencio.
Cuando tú te pongas vieja,
cuando yo me ponga viejo,
nos quedarán los labios
y el silencio.



Cuando tú te quedes muerta,
cuando yo me quede muerto,
tendrán que enterrarnos juntos
y en silencio;
y cuando tú resucites,
cuando yo viva de nuevo,
nos volveremos a amar
en silencio;
y cuando todo se acabe
por siempre en el universo,
será un silencio de amor
el silencio.


Me encantò este poema y quise saber algo sobre su autor.. lo comparto con uds:
 
  Andrés Eloy Blanco (1896 - 1955) goza, junto con algunos otros poetas inferiores a él, de la mayor popularidad en Venezuela. Su noble condición humana, su idealismo de otro tiempo, su caballerosidad, su adhesión a la causa de la libertad y de la democracia la cual le costó cárceles, confinamientos y exilios; su humor, su ingenio chispeante, su sensibilidad por lo popular, su elocuencia, sus versos de inspiración tradicional, abiertos al entendimiento de las mayorías, hicieron de él un símbolo de la civilidad vigilante y una expresión genuina de venezolanidad extrovertida


romi

martes, 3 de agosto de 2010

No, no hables



No, no hables. No digas nada

hay una atmósfera sibilina en este encuentro

y un pensamiento racional que se quebraja.

Ya hemos golpeado cada una de las puertas del infierno

buscando liberar las fuerzas esteparias del instinto

cuando robaron el alma a nuestro pueblo.

No, no hables. No digas nada

hay un rumor gris cargado con ternuras ausentes

y un pedazo del universo navegando a la deriva.

No, no digas nada. Yo también lo sé

se siente el sabor a miel amarga en tus pupilas

debajo de ese llanto de impotencia.

Yo lo sé, nuestro bar no es el mismo

pintaron nuestras calles con colores de olvido

nuestro barrio ha cambiado. Lo sé.

Pero igualmente no hables. No digas nada

es mejor pensar que nuestros amigos están de viaje

y no guardar reminiscencias de un puñado de flores

sobre tumbas anónimas.

No, no hables. No digas nada

no manchemos con palabras este silencio

y tratemos de reconstruir nuevos sueños

con esperanzas renovadas

como la tenían nuestros amigos que desaparecieron.



Juan Carlos Alarcón



Enlace http://www.cara-o-cruz.com/
 
 

domingo, 1 de agosto de 2010

Es una lástima



Es una lástima que no estés conmigo

cuando miro el reloj y son las cuatro

y acabo la planilla y pienso diez minutos

y estiro las piernas como todas las tardes

y hago así con los hombros para aflojar la espalda

y me doblo los dedos y les saco mentiras.

Es una lástima que no estés conmigo

cuando miro el reloj y son las cinco

y soy una manija que calcula intereses

o dos manos que saltan sobre cuarenta teclas

o un oído que escucha como ladra el teléfono

o un tipo que hace números y les saca verdades.

Es una lástima que no estés conmigo

cuando miro el reloj y son las seis.

Podrías acercarte de sorpresa

y decirme "¿Qué tal?" y quedaríamo

tú con la mancha roja de mis labios

yo con el tizne azul de tú carbónico.




                                      Mario Benedetti



romi

fragmento de «El ojo de la patria» ....Osvaldo Soriano



­Se viene un milagro ­dijo el cura y a Carré le pareció que escupía en un pañuelo­. Prepare la valija y espere las instrucciones.

Iba a preguntarle de qué se trataba pero el cura se alejó tosiendo. Carré se levantó y salió despacio.

...A las cuatro de la mañana lo despertó el teléfono mientras la lluvia golpeaba contra la ventana...Levantó el tubo y gritó unos cuantos insultos, exaltado por el miedo y la borrachera. Ya iba a colgar cuando oyó la voz del cura, quebrada por los ruidos de la tormenta.

­Terminado, Carré. Muerto. ¿Me oyó? Queme todo y desaparezca que ya pasan a buscar el cadáver.

La mañana del funeral fue gris y destemplada. Carré llevaba un sobretodo viejo y un sombrero de fieltro para protegerse de la nieve. Desde su escondite alcanzaba a ver el montículo de tierra húmeda y la cruz de madera ordinaria. Entre los cuatro desconocidos que rodeaban el ataúd había una rubia vestida de negro. Un cura regordete masticaba chicle y rezaba en latín. Los otros dos llevaban trajes oscuros y el más alto sostenía un paraguas tan grande que los cobijaba a todos. De vez en cuando la mujer se apartaba el velo para estornudar y sonarse la nariz. El cura calzaba galochas y se envolvía con una bufanda negra. Mientras decía la plegaria sacudía una polvareda de incienso que la brisa se llevaba hacia la arboleda cercana. El mas petiso, que tenía el pantalón enchastrado hasta las rodillas, sostenía una corona de flores como si fuera un maletín. La rubia, que había seguido la ceremonia con la solemnidad de un coronel de infantería, hizo una señal con la mano en la que apretujaba el pañuelo. Al rato, arrastrando cuerdas y palas, aparecieron dos sepultureros que venían de escuchar a los chicos que cantaban frente a la tumba de Jim Morrison.

Mientras bajaban el ataúd, Carré no consiguió disimular su tristeza. Se dijo que al menos podrían haber contratado a las lloronas del barrio para mostrarle un poco de afecto. Su entierro era tan insignificante y desgraciado como el de Oscar Wilde, que tenía una estatua desnuda y tiesa al fondo del sendero. Por lo menos al escritor lo había acompañado un perro callejero y los confidenciales británicos le sembraron un cantero de petunias que utilizaban para entregar sus mensajes a los enlaces de la Security.

Al ver que los peones echaban las primeras paladas de tierra, Carré sintió un desfallecimiento y tuvo que apoyarse en el ala de un querubín para no perder la compostura. Ni siquiera advirtió que su sombrero rodaba por el suelo y abría un delgado surco sobre la nieve. Parado allí, con el corazón apretujado, sin saber lo que haría al volver a la calle, se preguntó quién ocuparía su lugar. Quizá habían puesto un montón de piedras o el cuerpo de un perro reventado por el frío, como solían hacer los polacos y los búlgaros.

La noche anterior, después de atender el llamado, se metió en el bolsillo la pistola y el libro de la Princesa Rusa y se precipitó escaleras abajo para esconderse en el bar de la Gare du Nord. No percibió ninguna señal de Pavarotti. Al amanecer, para estar seguro de que ya no lo seguía, se acercó a su casa y encontró la puerta del edificio abierta de par en par. A la entrada alguien había colocado una ofrenda de flores, un horario de inhumación en el cementerio del Pere Lachaise y una urna para dejar las condolencias. Como no estaba seguro de que alguien le llevara el pésame, Carré tomó una tarjeta en blanco, escribió un nombre de mujer y la echó en la urna. Más tarde, mientras esperaba el ómnibus, sintió la irresistible tentación de asistir a su propio entierro. Todavía no podía hacerse a la idea de que estaba fuera de la vida, de que tendría que penar para siempre como un espectro de carne y hueso al que nadie puede ver.

Pensó en lo que diría su padre si pudiera verlo. Recordaba una pesadilla que había tenido en la cárcel de Alemania: se perdía en un bosque y corría a tontas y a locas hasta que caía en un pozo lleno de arañas y murciélagos. Gritaba aterrorizado llamando a su padre que pagaba las cuentas de la vida en una ventanilla donde hacían cola decenas de hombres y mujeres sin cara. Entonces el padre se acercaba y le ponía la mano sobre la cabeza. Todavía sentía la dulzura de la mano. Casi no conoció a su padre pero lo imaginaba por la foto en blanco y negro que su madre le había dejado en la pieza. Muchas veces se preguntaba cómo había sido aquel hombre cuando tenía su edad y llegó a la conclusión de que pasó sin contar para nadie, sin dejar huellas en el camino. En la foto aparecía como de treinta y cinco años, bien afeitado, con una corbata de nudo intemporal, peinado de época antes de que se llevara el corte de los yuppies. Era un hombre que no llamaba la atención. Tal vez se conformaba con tener al día los expedientes de Vialidad y llevar el sueldo a casa. Pero, ¿con qué soñaba? ¿Deseaba a otra mujer? ¿Tenía enemigos? ¿De qué cuadro era? Durante los años en Buenos Aires Carré sintió la vida como un espacio vacío. Tenía algún conocido pero no amigos de verdad. Le enseñaron a amar confusamente a la patria, pero nunca soñó con representarla en un país lejano. Pronto asumió su infortunio con las mujeres y de tanto en tanto iba a buscar consuelo en los alrededores de Constitución. A veces sospechaba que también su padre había acudido a esos hoteles baratos para olvidarse de algo. ¿Pero de qué? No estaba seguro de que lo hubiera hecho feliz ver a su hijo trabajando de espía en París. Aunque sin duda las medallas lo colmarían de orgullo si hubiera podido verlas.

Miró a su alrededor y no vio más que al cura y los falsos deudos que se persignaban frente a la tumba. La rubia recogió con elegancia el vestido que le llegaba a los tobillos y abrió la marcha por el sendero de lajas. Tenía los tobillos bien formados y un gran agujero en la media derecha. El hombre alto fue tras ella y la cubrió con el paraguas mientras el cura aplastaba el chicle sobre una tumba vecina. Carré recogió el sombrero, lo limpió con la manga del sobretodo y lo que vio entonces no iba a olvidarlo jamás. El cura volvió sobre sus pasos, se arremangó la sotana y a favor del viento y la nevisca se puso a mear muy orondo sobre la tumba recién cerrada. Carré se mordió el puño, ciego de furia, y trató de grabarse los rasgos del meador solitario. ¿No lo había cruzado antes en el Refugio o en la fugacidad de una cita clandestina? ¿O se parecía a uno de los tantos desconocidos que le pasaban mensajes para otros desconocidos? Lo vio partir tosiendo, rascándose la cabeza por debajo de la gorra, y alcanzó a registrar que el pelo era negro y lo llevaba bien cortado.

Salió del escondite arrastrando la pierna agarrotada por las várices. Apretaba en el bolsillo el libro de la Princesa Rusa y no pudo contener un gesto de asombro. Su nombre completo estaba grabado en la cruz, como si fuese el de un tipo cualquiera, de esos que tienen familia y un domicilio conocido. Sacudido por la sorpresa, sólo atinó a quitarse respetuosamente el sombrero y a levantar la corona caída en el barro.

No prestaba atención a las voces que cantaban los versos de Morrison. Pensó en arrancar la cruz que delataba su identidad pero comprendió que sería inútil ya que el mensaje estaba dirigido a la red y a nadie más le importaba su existencia. Pero, ¿por qué El Pampero había decidido matarlo así? ¿Por qué no lo habían liquidado de verdad como hacían los ingleses que empujaban a los suyos bajo las ruedas del subte, o los alemanes que aparecían flotando en el Sena después de una noche de juerga? ¿Lo consideraban tan insignificante que ni siquiera merecía que le dispararan una bala en la nuca? Acomodó la corona y se dijo que lo mejor sería esconderse en alguna parte y esperar nuevas instrucciones. Después de todo, el Jefe le había dicho que él sería el ojo de la patria en las puertas del infierno. Quizás esa noche en el Refugio alguien sentiría un poco de pena por él, aunque no estaba seguro. Cerca, dos viejos limpiaban un cantero y arrojaban flores marchitas en el cesto de la basura. Antes de irse Carré se agachó a despegar el chicle con las marcas de los dientes del cura. Lo envolvió en el pañuelo y juró sobre su propia tumba que no iba a descansar hasta encontrar al hombre que había profanado su última morada.

romi