La relevancia que cobra Mistral, ya señalada tantas veces por la fauna literaria, no es otra que la que adquiere desde sus letras, la virtud de entregar a partir de su obra poética las formas de su estar en el mundo. La cosmovisión mistraliana, se desarrolla a partir de los desérticos cerros de un valle rico en soledad y en figuras rocosas que se grabarán de forma indeleble en su poesía y en su paso por la literatura universal
Poeta chilena nacida en Vicuña pequeña localidad del centro norte de Chile en 1889., Aunque su nombre real fue Lucila Godoy Alcayaga, adoptó su pseudónimo inspirada en la obra de Gabriel D'Annunzio y Fréderic Mistral.
Su labor literaria comenzó a reconocerse en 1914 al resultar ganadora de unos Juegos Florales.
En 1922 fue publicada su primera obra y desde entonces viajó por numerosos países de América y Europa.
Obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1945 como un justo reconocimiento no sólo de su producción poética, sino de la labor literaria y social de una mujer que había dedicado su vida a la difusión de la cultura y a la lucha por la justicia social y los derechos humanos.
Falleció en Nueva York en el año de 1957
Gabriela Mistral, entonces, comienza a construir su magnífica obra en los albores de la infancia, con la sombra de un padre perdido en el mundo, y con la ternura infinita de su madre, Petronila Alcayaga. No cabe duda de que la gama de conocimientos que la pequeña Lucila Godoy Alcayaga desde esos tiempos iniciales adquirió fueron vitales para la construcción poética, y para los lectores que en el tiempo nos acercaríamos a admirar su obra.
La poesía de Gabriela Mistral es, indudablemente, una de las voces más trascendentales que Latinoamérica ha dado a luz. .
Mistral, describe hondamente su desolación por la tierra, su paso a veces inadvertido en medio de la urbanidad de Chile.
El poema mistraliano, resulta un diario, una desnudez del yo interno, y a la vez un reparo o crítica a la sociedad ajenizada de la función literaria y social de la poeta
Casandra:
Es un texto poético de Gabriela Mistral que resulta un hallazgo en todo orden de la palabra. . Todo hace pensar que este texto debe haber sido escrito en una fecha posterior a los años veinte, pues es en ese entonces que la poeta comenzó su peregrinaje internacional, comenzando por México, país que le extendió los brazos y fomentó en ella un fuerte lazo con Latinoamérica.
Iniciando por el título del poema, “Casandra”, existe una intertextualidad con los libros mitológicos escritos por Homero y, a partir de él, con una serie de otros escritores a lo largo de la historia de la literatura universal. En la antigua mitología griega, Casandra era hija los reyes de Troya, Hécuba y Príamo. Fue sacerdotisa de Apolo, con quien pactó, a cambio de un encuentro carnal, la concesión del don de la profecía. Sin embargo, cuando accedió a los arcanos de la adivinación, rechazó el amor del dios; éste, viéndose traicionado, la maldijo escupiéndole en la boca: seguiría teniendo su don, pero nadie creería jamás en sus pronósticos. Tiempo después, ante su anuncio repetido de la inminente caída de Troya, ningún ciudadano dio crédito a sus vaticinios. Puesto que Casandra no amaba a Apolo, éste la maldijo convirtiendo su don en una fuente continua de frustración y dolor. Con su don, don divino al fin y al cabo, fue capaz de predecir la tragedia de Troya, la muerte de Agamenón y su misma desgracia, pero fue incapaz de hacer algo para impedir tales resultados, por causa de la maldición de Apolo. Era una incomprendida, a menudo tildada de loca, encerrada en su casa o encarcelada, lo que le hace enloquecer. Casandra, sufre de diversas formas, recibiendo maltratos y violaciones así como constantes humillaciones que finalmente desencadenan en su muerte.

“Casandra”
A las puertas estoy de mis señores
blanca de polvo y roja de jornadas,
yo, Casandra de Ilión a la que amaron
en su patria los cerros y los ríos,
la higuera oscura y el sauce pálido,
el cordero del mes y el cabritillo,
el huérfano y también lo inanimado.
También la hora y el día me amaron,
menos el día yerto del exilio.
Al primer carro de los vencedores
subí temblando de amor y destino
en brazos del que amé contra mí misma
y contra Ilión, la que hizo mis sentidos,
y cuando ya mis pies no la tocaron
mi Patria enderezada dio un vagido
como de madre o hembra despojada:
voz de ciervo o leoncillo
ternerillo o viento herido.
Miré el tendal oscuro de mi raza
y tales rostros no me vi en los bárbaros.
Todo me amaba dentro de mi casta
y sobre el rostro de Ilión todo fue mío:
dátil de oro y semblantes de oro,
las islas avisadas, los riachuelos.
Pero yo, para ser hembra eterna
no amé el amor y he amado al enemigo.
El vencedor cuyo rostro da frío
en su carro me trajo y en su pecho,
y he cruzado arenales y bajíos,
y las aldeas arremolinadas
al eco de mi nombre ya maldito,
y yo no las he visto ni escuchado
de traer en mi bien los ojos fijos
y he de venir recitando mi muerte
como un refrán desde niña sabido.
Escucho tras de las puertas de bronce
los pasos de la hembra que se acerca
y que me odia antes de haberme visto.
Tampoco en la Tebas le valen puertas
de bronce a la mujer apercibida
para no oír la hora que camina
sin sesgo hacia Casandra y Clitemnestra.
Yo soy aquella a quien dejara Apolo
en pago de su amor los ojos lúcidos
para ver en el día y en la noche
y ver lo mismo arribar su ventura
que su condenación. Así Él lo quiso.
Todo lo supe y vine a mi destino
sabiendo día y hora de mi muerte.
Vine siguiendo a mi enemigo y dueño,
rehén y amante, suya extranjera,
sabiendo de su muerte y de mi muerte
y de la eternidad de ambos hechos.
A las puertas estoy oyendo el paso
de la hembra que me odia antes de verme
escuchando los pasos presurosos
de la que ya apuró su vaso rojo
y viene en busca del segundo sorbo.
¡Voy, voy ! Ya sé mi rumbo por la sangre
de Agamenón que en su coral me llama.
Tampoco la mujer apercibida
que está golpeando a las puertas extranjeras
dejó de oír la hora que venía y venía
recta hacia ella y Clitemnestra.
Todo lo supe y vine a mi destino
recta hacia el sitio de mi acabamiento.
Sin llanto navegué por mar de llanto.
Yo vine, aunque bien sabía
y bajé de mi carro de cautiva
si rehúsa, entendiendo y consintiendo.
No vale ¡ guay ! el bronce de la puerta
para que yo no vea a la que viene
por camino de mirtos a buscarme
ebria de odio y recta de destino.
La mujer sanguinosa me destestaba
pero es la sangre de él la que me ciñe
y el hilo del coral quien lleva
consigo a aquella que es rehén y amada
y las puertas se cierran sobre aquella
que de veinte años lo tuvo sin amarlo
y a quien yo amé y seguí por mar, islas, penínsulas
y aspirando en el viento del ábrego
la bocanada de la patria suya.
Vi Atenas antes de tocar su polvo
y veo la chacala de ojos bizcos,
le veo la señal apresurada
y el botín de mi cuerpo en sangre tinto.
Ya abre las puertas para recibirnos
según recibe el cántaro reseco
el chorro de su sidra o de su vino,
con tu cuerpo gastado cual las rutas
deseada fui como la azul cascada
que ataranta los ojos del sediento.
Ya estamos ya, los dos, ricos de púrpura
y de pasión, ganados y perdidos,
todo entendiendo y todo agradeciendo
al Hado que sabe y me salva.
Ya me tumban tus sanguinarios siervos
y ya me levantan en faisán cazado
pero el alto faisán de tu deseo
después de su rapiña y de su hartazgo
te dejará en las manos de sus siervos
y volarás conmigo los espacios
ricos de éter y de constelaciones.
Antes del alba habré recuperado
yo al Agamenón, al rey de hombres
en él voy de vuelo, ya voy de vuelo.
romi