martes, 25 de octubre de 2011

Ernesto Sábato



Ernesto Sábato (1911- 2011), novelista y ensayista argentino, cuya obra se caracteriza por un profundo contenido intelectual sobre la difícil separación entre las nociones del bien y del mal, y por un estilo brillante e inquietante.
Nació en Rojas (Buenos Aires) en el seno de una familia de inmigrantes italianos. Se licenció en Física y Matemáticas en la Universidad de La Plata; después de doctorarse en 1938, viajó a París para trabajar en los laboratorios Joliot-Curie. Entró en contacto con el surrealismo, experiencia transcendente en su vida ya que decidió adentrarse en los territorios más oscuros del arte apoyándose en el lenguaje del inconsciente y en los métodos del psicoanálisis. Regresó a Argentina en 1940 como profesor de la Universidad Nacional de Buenos Aires. En 1945 publicó unos artículos en el periódico La Nación atacando el régimen de Perón, por lo que se vio forzado a abandonar la enseñanza.
Estuvo retirado durante un año y el resultado fue el libro Uno y el universo (1945), una colección de artículos políticos, filosóficos en los que censuraba la moral neutral de la ciencia heredada del siglo XIX. Esta desconfianza en la ciencia le llevó a investigar sobre las posibilidades que ofrecería la literatura para analizar problemas existenciales, y el fruto fue la novela El túnel (1948) en la que el narrador describe una historia de amor y muerte en la que muestra la soledad del individuo contemporáneo. A Sábato le interesa reflexionar sobre la locura, comprender el motivo por el cual el protagonista mata a la mujer que ama y que es su única vía de salvación. La obra tuvo una gran aceptación y sirvió para calificar a su autor como una inquietante y original personalidad literaria.
Sobre héroes y tumbas (1961), considerada la mejor novela argentina del siglo XX, fue su siguiente obra y le consagró como escritor universal. En ella quiso indagar “las verdades últimas (y muchas veces atroces) que hay en el subsuelo del hombre” vertió sus obsesiones personales en una clara introspección autobiográfica en medio de las reflexiones sobre la historia argentina; todo a lo largo de la obra se va haciendo negativo, pesimista, sin salida. La novela muestra a los últimos representantes de una familia oligárquica venida a menos, en la que se intercala la historia de los seguidores del general Lavalle que una vez derrotados llevaron el cuerpo muerto de su jefe al exilio; en un tercer plano argumental pero vertebrador de la estructura del libro e imprescindible para el conocimiento del personaje central, Fernando, está el ‘Informe para ciegos’ que a veces se ha publicado como pieza autónoma; se trata de una pesadilla que sufre Fernando culpándose por un incesto cometido y que lleva al autor a introducirse en los abismos infernales más perturbadores, combinando elementos tomados del surrealismo, Nietzsche, Jung y Freud.
Aún siguió reflexionando sobre las posibilidades de la novela en Abaddón y el exterminador (1974) de corte autobiográfico más acusado, con una estructura narrativa aparentemente fragmentaria, y de argumento apocalíptico en el cual las potencias maléficas rigen el universo y es inútil la resistencia.
Su compromiso civil, en defensa de la democracia y del respeto a los derechos humanos, se muestra en ensayos como El otro rostro del peronismo, El caso Sábato, Torturas y libertad de prensa, Carta abierta al general Aramburu (1956), La cultura en la encrucijada nacional (1976); en 1985 presidió la Comisión Nacional que publicó el informe Nunca más sobre la represión llevada a cabo en Argentina por los gobiernos militares desde 1976 a 1983. Toda su reflexión sobre la literatura y especialmente sobre la novela la ha plasmado en ensayos tan significativos como El escritor y sus fantasmas (1963) y Aproximación a la literatura de nuestro tiempo: Robbe-Grillet, Borges, Sartre (1968). Sábato ha recibido el nombramiento de Caballero de la Legión de Honor de Francia en 1979, y el Premio Miguel de Cervantes en 1984. Desde hace años, la pérdida progresiva de la vista le ha alejado de la escritura, aunque ha descubierto la pintura y a ella dedica gran parte de su tiempo.
romi

PD/Para mí entender una de las cosas que hace más impactante, al mismo tiempo que más complicada, la lectura de las obras de Ernesto Sábato es enfrentarse a ese mundo subyugante que va construyendo, a ese universo trágico del que no parece haber escapatoria. Uno se siente envuelto por esa atmósfera de lo ineluctable, asfixiante por momentos, y no hay forma de huir, encerrados en la caja del ascensor en la que se ha detenido el tiempo.
Ernesto Sábato fue un escritor imbuido en el devenir dramático de un tiempo y un espacio complejos y convulsos, un creador marcado por una visión trágica de la vida. Pero fue también un intelectual que no rehusó comprometerse ni se dejó deslumbrar por el oropel.

Él mismo reconoció que en un par de ocasiones estuvo a punto de suicidarse y que fue el arte, la creación, la que le permitió seguir con vida. Y fue mucha vida, casi cien años. Quiso que se le recordara quizás como un hombre un poco huraño, pero como una buena persona. Una buena persona atrapada por una tortuosa angustia vital.

 

miércoles, 19 de octubre de 2011

Sostiene Pereira

No creo que la vida sea comprensible, si no es en términos narrativos. La vida es equívoca y subrepticia y nuestra narración, por muy dotada que esté de voluntad de completarla, acabará asumiendo la fisonomía del objeto narrado, se convertirá en equívoca y subrepticia.
Antonio Tabucchi

Con esta novela, una de las cumbres de la literatura de esta década, Antonio Tabucchi logró la unanimidad de la crítica, los más prestigiosos galardones y la respuesta masiva de los lectores. Lisboa, 1938. La opresiva dictadura de Salazar, el furor de la guerra civil española llamando a la puerta, al fondo el fascismo italiano. En esta Europa recorrida por el virulento fantasma de los totalitarismos, Pereira, un periodista dedicado durante toda su vida a la sección de sucesos, recibe el encargo de dirigir la página cultural de un mediocre periódico, el Lisboa. Pereira tiene un sentido un tanto fúnebre de la cultura: prefiere la literatura del pasado, dedicarse a la elegía de los escritores desaparecidos, preparar necrológicas anticipadas. Necesitado de un colaborador, contacta con un joven, Monteiro Rossi, quien a pesar de haber escrito su tesis acerca de la muerte está inequívocamente comprometido con la vida. Y la intensa relación que se establece entre el viejo periodista, Monteiro y su novia Marta, cristalizará en una crisis personal, una maduración interior y una dolorosa toma de conciencia que transformará profundamente la vida de Pereira. En esta novela, Tabucchi ha conseguido crear un inolvidable personaje que sin duda dejará una profunda huella en el lector, Pereira. Y con la historia de este periodista, Tabucchi nos ofrece también una espléndida historia sobre las razones de nuestro pasado que pueden ser perfectamente las razones de nuestro incierto presente.

Breve Biografía
 Antonio Tabucchi nacióen Pisa en 1943, pasó sus años de infancia y  juventud en el vecino pueblo de Vecchiano, allí cursó la escuela elemental y media, graduándose luego en el Liceo de Pisa.
La poética de Antonio Tabucchi, poética que abarca todos los géneros que recorre su escritura, parece configurarse en una contradicción progresiva entre la unidad y la diversidad. Una historia que es el monograma de varias historias, un injerto múltiple en el que se encastran unas en las otras, una inserción escondida y revelada inscripta en un molinete imposible en el que todas las posiciones son sucesivas y simultáneas a la vez. La escritura y cualquier otra forma de representación, “parece decir” Tabucchi, para acercarnos ya no a la verdad última y unívoca de la realidad, sino al menos a las cercanías de alguna certeza, tiene un único camino interminable, el de la lectura atenta de las formas que presentan sus simulacros, sin descartar ninguno, incluso aquellos que en su precariedad y simpleza se autodenominan fieles a lo real.
romi
PD/Creo que en la escritura de Antonio Tabucchi —tanto en el espacio de la ficción literaria como en el del ensayo polémico— se plantean las mismas preguntas acerca de la posibilidad y los límites del conocimiento humano; el punto de convergencia entre los dos registros reside en la exploración de aquellos filtros que forman parte de nuestra percepción del mundo en el que vivimos, filtros sin los cuáles nos resulta imposible la visión pero que al mismo tiempo son portadores de opacidades y deformaciones que nos alejan de toda certeza de una percepción unívoca. Tabucchi se propone trastornar los procedimientos con que los saberes dominantes recogen y ordenan los datos, configuran los archivos canónicos y establecen la jerarquías del conocimiento, perturbando las seguridades legitimadas con un modo de inquisición fundado en la irreverencia de la imaginación creadora.

miércoles, 12 de octubre de 2011

¿Cuántas estrellas tiene el cielo? Andrés Eloy Blanco


La última noche que pasamos juntos, lo preguntó:
-¿Cuántas estrellas tiene el cielo?
-Trescientas cincuenta mil.
-¿A que no?
-¿A que sí?
-Cállate. Esta noche
no quiero que preguntes esas cosas.
Esta noche, si quieres preguntar
cuántas estrellas tiene el cielo,
o cualquier otra cosa,
pregunta algo así como ¿me quieres?
¿tienes frío? ¿quién dice que tiene hambre?
Esta noche, pregunta algo que sea
contestado en el mundo sin palabras.
Interroga con toda tu sangre
algo en que toda la vida del mundo
esté preguntando,
algo así como ¿quién llora?
¿hace falta algo?
Y verás como todo hace falta
y sabrás cuántas estrellas tiene el cielo
cuando sepas que el cielo tiene una sola estrella
para cada momento,
porque con una que se pierda
dará un paso de sombra la luz del Universo
Reseña biográfica

Poeta venezolano nacido en Cumaná en 1896.
Se graduó en Derecho en 1918 cuando ya había publicado sus primeros versos. Desde muy joven se dedicó
a la actividad política, oponiéndose al régimen que ostentaba el poder, razón que lo llevó a permanecer en el
exilio por mucho tiempo.
Fue además ensayista y dramaturgo. Su consagración definitiva la logró cuando ganó el Concurso Hispanoamericano
de Poesía auspiciado por la Real Academia Española en 1922.
Su obra está editada en diversos libros, entre los que se destacan: «Giraluna», «El Huerto de la Epopeya»,
«Navegación de Altura», «La Aeroplana Clueca», «Vargas», «Tierras que me oyeron», y «Albacea de la Angustia».
Falleció en Ciudad de México en 1955.


romi

miércoles, 5 de octubre de 2011

La Casa de los Espíritus

Isabel Allende aterrizaba en el mundo literario en 1982 con una novela ambiciosa que conquistó a todos, crítica y público. Y no es para menos. En ella, hace un repaso a la historia de la familia Trueba, desde Esteban hasta la pequeña Alba. Es una historia personal llena de realismo mágico, en la que se ahonda en los pequeños dramas familiares, en sus amores y en sus odios. Pero Allende no se queda ahí, puesto que La casa de los espíritus es, además, un repaso por la Historia de Chile, desde principios del siglo XX hasta el golpe de Estado de 1973 en el que Pinochet se alzó con el poder. Todo, sin nombrar nunca el país y casi a ningún personaje veraz. Pero no hace falta, las descripciones son tan certeras y el momento histórico tan bien documentado que es fácil reconocerlo.
He de decir que la novela me ha encantado, y que su principal valía es la fuerza de sus personajes. Dos son los principales, los ejes de una familia: Clara, la clarividente, y Esteban Trueba, el patriarca. Ambos forman un matrimonio nada convencional, en el que el amor es unilateral (de él hacia ella), el respeto tiene sus altos y sus bajos, y el cariño perdura siempre, más allá de la vida. Clara es un personaje fascinante, con una evolución palpable. La primera vez que aparece en la novela tiene seis años, y la acompañamos en su crecimiento como mujer, vemos cómo se conforma su carácter, como madura. La vemos luminosa y apacible en su juventud, firme e idealista en la edad adulta, y apacible en la madurez. Clara, aunque en cierto momento de la momento de la novela fallece -que os cuente este dato no es nada trascendental, os lo aseguro- sigue presente como un espíritu que vela por los suyos.
Esteban Trueba es casi un antagonista, un personaje duro, soez a veces, con un carácter terrible, y tan extremadamente conservador (me permitís decir fascista, por favor) que llega a provocar la risa su empecinamiento y su estupidez. Más papista que el Papa. Un despótico patriarca que no tiene miramientos en violar o agredir a la gente que vive en sus tierras. En ocasiones, Allende le convierte en narrador y, en esos momentos, apreciamos entonces la humanidad oculta bajo un caparazón de rabia y fuertes convicciones, que incluso hace que te compadezcas de él y lo perdones. Me parece todo un acierto la forma y la fuerza con la que le insufla vida a este personaje la escritora.
Tras ellos dos, desfilan muchos personajes más, algunos realmente maravillosos y todos, absolutamente todos, perfectamente dibujados, con caracteres muy dispares, pero encajando en el árbol de la familia Trueba de alguna manera, enredando las raíces de esta historia dramática y mágica a partes iguales: la tía Férula, rotunda e infeliz, Blanca, la primogénita del matrimonio Trueba, que luchó por un amor imposible toda su vida, que no se dejó mermar por los gritos de su padre ni por los desprecios de un marido homosexual, los mellizos Jaime y Nicolás, tan distintos por dentro y por fuera, Pedro Tercero, al que se le fue la vida por andar metido siempre en política, dándole a ésta más importancia que al amor que le invadió desde niño el cuerpo, o la pequeña Alba, hija de Blanca, que crecerá y será la única que comprenderá e intentará amar a su abuelo Esteban.
Algunos dicen que es una novela de mujeres, pero no lo creo, Allende equilibra los personajes con un pulso firme y esta novela no entiende de géneros, ni femenino ni masculino, sino que profundiza en ideas, en superaciones, en identidades durante una época en la que en, en Sudamérica, el mundo parecía todavía muy nuevo en comparación con la vieja Europa. Sudamérica, Chile en este caso, con su caos, con su olor a tierra mojada y sus terremotos, con ganas de avanzar y sus esfuerzos por un nuevo orden, que mezcla el más acá con el más allá de una manera natural. Eso sí, las mujeres no están sometidas, sino que sus ideales y su dignidad no se verán mermados por los designios masculinos, ni con palabras ni con la fuerza bruta, como cuando Esteban abofetea a Clara y le rompe los dientes, y ella no le vuelve a dirigir la palabra en toda su vida.
El estilo de Allende es limpio, no perfecto, pero posee la sinceridad de las primeras novelas, el arrojo de las palabras escritas sin miedo. Me ha costado mucho leer la novela porque la edición que tengo en casa es del Círculo de lectores de principios de los años noventa y la letra es excesivamente pequeña y sin márgenes, una lástima, porque con una edición más adecuada, la lectura hubiera sido perfecta. Con todo, creo que La casa de los espíritus es una novela imprescindible, un importante documento histórico para acercarnos al Chile del siglo XX, a sus gentes, a sus sueños, a sus amores rotos, a sus dramas y sobre todo, a su magia

romi.