miércoles, 25 de enero de 2012

Julio Cortázar


"Yo creo que desde muy pequeño mi desdicha y mi dicha al mismo tiempo fue el no aceptar las cosas como dadas. A mí no me bastaba con que me dijeran que eso era una mesa, o que la palabra "madre" era la palabra "madre" y ahí se acaba todo. Al contrario, en el objeto mesa y en la palabra madre empezaba para mí un itinerario misterioso que a veces llegaba a franquear y en el que a veces me estrellaba."  Julio Cortázar
Cuentista genial, novelista, poeta, ensayista, traductor, Julio Cortázar (1914-1984) es de esos autores que nos desafía, nos interpela y, especialmente, nos obliga a leerlo más de una vez.
Escribe desde muy chico —su madre guardaba una novela que él había empezado a escribir a los ocho años y también tenía algunos poemas que su familia dudaba de que él hubiera escrito—–; es maestro y profesor. Un día, en 1932, caminando por el centro de Buenos Aires, encuentra “Opio, Diario de una desintoxicación”, un libro de Jean Cocteau, un desconocido para él hasta ese momento. Aquella lectura lo marcará para el resto de su vida, y a partir de esto lee y escribe de manera diferente, según lo cuenta él.
Es también antiperonista y por eso renuncia a sus cátedras de literatura francesa en Mendoza, pero escribe constantemente y publica en revistas. De esta época es “Casa tomada” cuento del que Borges cuenta la siguiente anécdota: «Hacia 1947 yo era secretario de redacción de una revista casi secreta que dirigía la señora Sarah de Ortiz Basualdo. Una tarde, nos visitó un muchacho muy alto con un previsible manuscrito. No recuerdo su cara; la ceguera es cómplice del olvido. Me dijo que traía un cuento fantástico y solicitó mi opinión. Le pedí que volviera a los diez días. Antes del plazo señalado, volvió. Le dije que tenía dos noticias. Una, que el manuscrito estaba en la imprenta; otra, que lo ilustraría mi hermana Norah, a quien le había gustado mucho. El cuento, ahora justamente famoso, era el que se titula “Casa Tomada”».
En 1948 obtiene el título de traductor público de inglés y de francés, tras cursar en apenas nueve meses estudios que normalmente insumen tres años. El esfuerzo le provoca síntomas neuróticos, uno de los cuales (la búsqueda de cucarachas en la comida) desaparece con la escritura de un cuento, “Circe”. De su trabajo como traductor, nos queda la obra completa en prosa de Edgar Allan Poe. Ya está en París y allí, escuchando un concierto en el Thèatre des Champs Elysées, le asaltan unos personajes que se llamarán “cronopios” y que serán unos de los protagonistas de “Historias de Cronopios y de Famas” (1962). Un poco antes escribe “La otra orilla” (1945) y luego “Bestiario” (1951), “Final de juego” (1956), “Las armas secretas” (1959). En 1963 publica “Rayuela”, texto que rompe con las concepciones del narrador y del tiempo.
En 1966 aparece “Todos los fuegos el fuego” y en 1967, “La vuelta al día en ochenta mundos”, un volumen que reúne cuentos, crónicas, ensayos y poemas, con una diagramación extremadamente original. De 1968 es la novela “62, Modelo para armar”, la consecuencia directa del capítulo 62 de Rayuela: hacer un libro en el que se rompa el tiempo y las conductas ordinarias descubran lo fantástico. De 1973 es el “Libro de Manuel”. La novela levanta una considerable polvareda por sus connotaciones políticas. En 1975 publica una historieta en México: “Fantomas contra los vampiros multinacionales”, al que le siguen “Un tal Lucas” (1979), “Queremos tanto a Glenda” (1980) y “Salvo el crepúsculo” (1984), libro de poemas publicado después de la muerte de Cortázar.
Cortázar cuentista y novelista
Para Cortázar, la novela y el cuento se pueden comparar con el cine y con la fotografía, en la medida en que en una película es en principio un “orden abierto”, mientras que una fotografía lograda presupone una ceñida limitación previa. El fotógrafo recorta un fragmento de la realidad, fijándole determinados límites, pero de manera tal que ese recorte actúe como una visión dinámica que trasciende espiritualmente el campo abarcado por la cámara. Mientras en el cine, como en la novela, la captación de esa realidad más amplia y multiforme se logra mediante el desarrollo de elementos parciales, acumulativos. El fotógrafo o el cuentista se ven precisados a escoger y limitar una imagen o un suceso que sean significativos, que no solamente valgan por sí mismos sino que sean capaces de actuar en el espectador o en el lector como una especie de apertura hacia algo que va mucho más allá de la anécdota visual o literaria contenidas en la foto o en el cuento. El cuentista sabe que no puede proceder acumulativamente, que no tiene por aliado al tiempo; su único recurso es trabajar en profundidad. El tiempo del cuento y el espacio del cuento tienen que estar condensados.
De las diferentes versiones “cinematográficas” y “fotográficas” que nos ofrece Cortázar en sus textos, sin dudas, el escritor de cuentos fantásticos es el que más nos sorprende, el que nos atrapa como lectores dentro de un mundo en el que lo extraño convive junto a lo cotidiano. Un hombre que se transforma en pez, otro que ve bailar a su novia que está muerta, un muchacho que termina sacrificado como un guerrero indígena, dos hermanos que cierran con llave su casa invadida no sabemos bien por quiénes, una mujer que tiene como doble a mendiga a cientos de kilómetros, un hombre que vomita conejos son poquísimos ejemplos de un mundo en el que las cosas parecen fluir normalmente hasta que normalmente dejan de hacerlo: “Axolotl”, “Las puertas del cielo”, “La noche boca arriba”, “Casa tomada”, “Lejana”, “Carta a una señorita en París”.
Si bien muchos de estos cuentos son interpretados como metáforas de otra cosa, esto no es lo fundamental. Lo esencial, en la concepción cortazariana, es que lo fantástico se traduce en una sensación de extrañamiento que nos aborda en cualquier momento de nuestras vidas. Esa es la clave. En esos momentos hay paréntesis y “es por ahí, donde una sensibilidad preparada a ese tipo de experiencias siente la presencia de algo diferente, siente, en otras palabras, lo que podemos llamar lo fantástico y consiste sobre todo en el hecho de que las pautas de la lógica, de la causalidad del tiempo, del espacio, todo lo que nuestra inteligencia acepta desde Aristóteles como inamovible, seguro y tranquilizado se ve bruscamente sacudido, como conmovido, por una especie de, de viento interior, que lo desplaza y que lo hace cambiar”.
 Como novelista, Cortázar es “Rayuela”, una novela que reflexiona sobre el lenguaje y que desconfía de él: “desconfianza permanente ante un instrumento imperfecto, engañoso, desgastado por el uso común. A esta altura, ya sabemos que la obra de Cortázar tiene poco que ver con una línea realista, pero sí se inscribe en la literatura del boom que, dicho muy sintéticamente, propone la asimilación natural de las técnicas renovadoras de la novela contemporánea, la profundización en las raíces del mundo hispanoamericano, la unión de realismo y fantasía creadora y, como decía Carlos Fuentes, el intento de conducir con una sola mano dos caballos: el estético y el político. “Libro de Manuel”, en este sentido, es la más política de las obras de Cortázar, pero continúa en la línea de los experimentos narrativos de Rayuela, trabaja con el vocabulario, introduce otros discursos, todo sin olvidar el juego con los narradores del que el autor argentino es tan partidario.
Cortázar poeta
El Cortázar poeta es, quizás, menos conocido que el narrador. El hecho de que su libro de poemas “Salvo el crepúsculo” haya sido publicado después de su muerte y que él ni siquiera haya podido corregirlo es significativo, pero es también significativo que Julio Cortázar nació como la voz lírica de “Julio Denis”. En 1938, se publica en Buenos Aires su primera obra, Presencia: cuarenta y tres sonetos firmados por un joven poeta desconocido. Estos poemas siguen los modos de los petrarquistas españoles, y los poetas italianos y franceses a lo largo de la tradición lírica, pero le deben mucho a la influencia del simbolista Mallarmé. En su última obra poética, “Salvo el crepúsculo”, poesía y prosa se unen, y sigue la impronta del autor francés, aunque vuelven a aparecer gran cantidad de sonetos con todas las convenciones que rigen desde el Renacimiento. Sin embargo, hay que hacer una salvedad: en muchos se produce una apropiación de esa forma estrófica, pero a través de la parodia. El autor mantiene la forma, el envase, aunque presenta originalidad en el tratamiento de los temas.
Un ejemplo bien cortazariano de ese tratamiento del soneto es el que parodia el mito de Dafne y Apolo tal como lo presenta Garcilaso en un conocido soneto suyo. La primera estrofa define la originalidad de Cortázar: “Supón que de verdad Dafne murmura/ en lo que llamas quejas de esta planta”; el lector que estaba fuera del poema del autor español es acá un cómplice de ese yo lírico externo que después le cede la voz a Dafne: “Siente temblar al viento mi cintura/ donde se enreda el día que adelanta”, de modo que la ninfa no solo habla sino que se declara enamorada de Apolo contraviniendo todas las versiones anteriores del mito.
Querer abarcar la totalidad de la producción de Cortázar, afortunadamente, es imposible. Faltan sus cartas, sus ensayos, su teatro. Menos leído como dramaturgo, algunas piezas como “Los reyes” (1947) adelantan su producción posterior. La obra gira sobre dos espacios: el laberinto donde está encerrado el Minotauro y el palacio de Cnossos, donde viven el rey Minos y su hija Ariadna. Libertad/cárcel, rey/prisionero, vida/muerte se invierten y también se intercambia la naturaleza inmutable del mito clásico. El minotauro es el poeta, según el autor argentino, es el monstruo al que mata Teseo “porque monstruo es aquel que escapa a la codificación, es lo libre, el individuo puro, sin especie”. El minotauro es, de este modo, el propio Cortázar que escapa a cualquier encasillamiento.
Y si hay que definir a este creador con palabras, a pesar de lo imperfectas y limitadas que resultan a veces, solo queda decir que él es, sobre todo, un escritor original que se acerca a todos los géneros, y que los renueva en su forma y en sus temas. Es un cronopio, el más grande de todos, y es muy probable que en este término se sintetice la esencia de este autor.
romi

sábado, 21 de enero de 2012

!!!!Hoy 22 de Enero es mi Cumpleaños

 
Hoy es mi cumpleaños (otra vez!)… Ya quedaron atrás los 30 y sigo sumando.
Es mi segundo cumpleaños acá en  mi blog, el compartir día a día con uds en este rincón que amo tanto, soy felíz leyéndolos, conocí por este medio personas maravillosas, en este día especial para mí, elegí  regalar a todos uds mis amigos blogueros, una de las poesías que más me gusta y cuyo contenido además es muy relevante al tema porque trata sobre el paso del tiempo.
Los últimos cuatro versos son increíbles y me siguen emocionando cada vez que los leo. Una manera excelente de decir cómo todo cambia y a la vez nada lo hace.
Es una poesía de Jorge Luis Borges que se llama “Son los ríos” y es parte de “Los conjurados”. ¡Que la disfruten!

Son los ríos
Somos el tiempo. Somos la famosa
parábola de Heráclito el Oscuro.
Somos el agua , no el diamante duro,
la que se pierde, no la que reposa.
Somos el río y somos aquel griego
que se mira en el río. Su reflejo
cambia en el agua del cambiante espejo,
en el cristal que cambia como el fuego.
Somos el vano río prefijado,
rumbo a su mar. La sombra lo ha cercado.
Todo nos dijo adiós, todo se aleja.
La memoria no acuña su moneda.
Y sin embargo hay algo que se queda
y sin embargo hay algo que se queja.
Jorge Luis Borges

romi

jueves, 12 de enero de 2012

Williams Shakespeare y el teatro

Una de las cosas que más me gustan de las obras que he leído de Shakespeare es la inigualable capacidad de profundizar en los problemas del corazón humano.
Sea como fuere, siempre se ha considerado a Shakespeare como una persona culta, pero no en exceso, y ello ha posibilitado el nacimiento de teorías según las cuales habría sido tan sólo el hombre de paja de alguien deseoso de permanecer en el anonimato literario. A ello ha contribuido también el hecho de que no se disponga en absoluto de escritos o cartas personales del autor, quien parece que sólo escribió, aparte de su producción poética, obras para la escena. Todas sus obras trágicas observan este conflicto, la tragedia de lo humano. Pocos autores han sido tan valientes y sutiles en sus creaciones presentando las complejas relaciones humanas. La personalidad de sus criaturas en todas sus facetas: el amor y el odio, la venganza, la codicia, la cobardía, la ambición y la nobleza, la fuerza y la debilidad, el pecado y la virtud etc.

Shakespeare supera cualquier barrera, incluida por supuesto los esquemas deterministas del puro teatro, para reflejar la vida en todo su universo, agrandándola y empequeñeciéndola.
Shakespeare es un experto en el insondable misterio del alma humana. En Hamlet, la tragedia se encuentra en la imposibilidad de la voluntad personal frente al destino. Todas las maquinaciones y planes del príncipe son contrariadas por un poder superior. La venganza no puede ir más allá de la “sombra”, de Ofelia y del amor. Hamlet es consciente e inconsciente, no sabe quién es, se desconoce a sí mismo.
Tal vez nosotros, habitantes de un mundo esquizoide, nos parezcamos más a Hamlet de lo que creemos. Hamlet es dual, se desdobla, es actor y a la vez espectador de su vida, víctima de los otros y de sí mismo. Sus monólogos son diálogos entre el Yo y su No Yo, entre él y el que no es. A pesar de sus circunstancias, el problema de su mundo es su propio Yo. Sufre la fatalidad de una guerra interior que tiene su centro en la incógnita de la muerte. Hamlet escondido en la máscara de la locura trata de evadir las verdades y las mentiras. ¿Cuántas veces nos contradecimos también a nosotros mismos en una sociedad contradictoria? ¿Cuántas veces aparentamos lo que no somos?
En Otelo observamos el arrebato y la obsesión de las pasiones. El Otelo desengañado y celoso, manipulado por la red de mentiras tejida por el demoníaco Yago, es capaz de lo peor. Todo en esa tragedia se desencadena por una culpa que no existe fabricada por el mal personificado que conoce a la perfección las debilidades humanas. Como no tiene sentimientos, Yago elige un corazón sencillo en el que descargar injustamente toda su ira, porque el mal de por sí es irracional. Yago vive pero no deja vivir. Existe para crear dolor. No se alegra de la felicidad de los otros. No quiere ver a los demás felices. Odia que los otros tengan éxito.
El mal necesita de más malignidad. Un mal revestido de simpatía y amabilidad, que mediante la conspiración arrastra siempre a los inocentes. Víctimas inocentes como Desdémona o el manipulado Otelo celoso, brutal y salvaje.
En el Rey Lear, Shakespeare nos presenta a un anciano monarca que no descubre hasta el final de su vida la verdadera realidad. Ha pasado toda su vida ciego. O mejor dicho, cegado por el rencor de sus hijas excepto de una y por las adulaciones de sus amigos y consejeros. No supo apreciar quién a su alrededor merecía la pena. Confundió durante mucho tiempo los falsos amigos. Vivió en el engaño, en el cómodo engaño. Cuando se ha dado cuenta de todo, es demasiado tarde para revocar sus decisiones y detener las consecuencias.
Cordelia, por el contrario, es la única de sus hijas que es verídica y coherente a lo largo de toda la obra. Ama a su padre Lear y por eso le dice la verdad con libertad. Pero como la verdad duele acaba siendo castigada injustamente.Lear es sinónimo de egoísmo, crueldad y arrepentimiento. Lear, al omitir de su vida lo que de verdad importa, pierde el control de sus actos. El descontrol desemboca en la tragedia total. Y de la tragedia al sufrimiento en soledad. Sólo cesará ese infierno cuando aprenda nuevamente a vivir.
Por eso puedo terminar estas reflexiones propias acerca de Shakespeare destacando el enigma codificado en toda su obra, a través de la simbología. Una simbología de significados casi infinitos, en función de la descodificación personal que de estas y otras obras hay que hacer en próximas lecturas y relecturas.
En definitiva, los rincones más secretos del ser humano en los que nos sumerge el autor siguen y seguirán presentes. Shakespeare no puede caducar nunca porque sus personajes queramos o no, lo sepamos o no, tienen algo que ver con nosotros mismos.
La vida humana en su totalidad muchas veces en la historia y en la literatura ha sido mirada como tragedia. Sin embargo, en las tragedias de Shakespeare se refleja a la perfección el drama de lo humano que resiste el espacio y el tiempo. Dilemas que van más allá del escenario de un teatro.
Breve Biografía
William Shakespeare: (Stratford on Avon, Reino Unido, 1564-id., 1616) Dramaturgo y poeta inglés. Tercero de los ocho hijos de John Shakespeare, un acaudalado comerciante y político local, y Mary Arden, cuya familia había sufrido persecuciones religiosas derivadas de su confesión católica, poco o nada se sabe de la niñez y adolescencia de William Shakespeare.


romi

domingo, 1 de enero de 2012

Te quiero


Te lo he dicho con el viento
Jugueteando tal un animalito en la arena
O iracundo como órgano tempestuoso;
Te lo he dicho con el sol,
Que dora desnudos cuerpos juveniles
Y sonríe en todas las cosas inocentes;
Te lo he dicho con las nubes,
Frentes melancólicas que sostienen el cielo,
Tristezas fugitivas;
Te lo he dicho con las plantas,
Leves criaturas transparentes
Que se cubren de rubor repentino;
Te lo he dicho con el agua,
Vida luminosa que vela un fondo de sombra;
Te lo he dicho con el miedo,
Te lo he dicho con la alegría,
Con el hastío, con las terribles palabras.
Pero así no me basta:
Más allá de la vida
Quiero decírtelo con la muerte;
Más allá del amor
Quiero decírtelo con el olvido
Luis Cernudas
Este poema es una declaración de amor "más allá de la muerte", una declaración de amor con todos los elementos de la naturaleza y a través de sí mismo, a través de la vida y a través de la muerte. Cernuda ha cantado como ningún otro poeta la belleza del cuerpo, sobre todo el masculino (los placeres prohibidos). La palabra "cuerpo" suele ser un eufemismo para referirse al hombre. En aquella época no podía manifestar abiertamente su orientación sexual y eso era fuente de sufrimiento interior para muchos poetas.
Por eso he elegido este cuadro de Munch, Melancolía porque creo que expresa con gran exactitud el estado anímico del poeta, incluso la gran paradoja final "quiero decírtelo con el olvido", otra de las palabras favoritas de Cernuda, que representa el final de todo y su visión negativa del mundo. En este cuadro también se representan el agua, el viento y las nubes, "frentes meláncolicas que sostienen el cielo,tristezas fugitivas", magníficas metáforas.
Breve biografía
Luis Cernuda  nace en 1902 en Sevilla y muere en Mexico, en 1963 fué uno de los más raros y singulares poetas del siglo. Soledad, dolor, sensibilidad...son notas caraterísticas de la personalidad de  este poeta.
Hizo estudios de leyes y literatura en las universidades de Sevilla, (con Pedro Salinas, quien le puso en contacto con la poesía moderna francesa y los clásicos españoles) y en la de Madrid, donde conoció y trató a los miembros de la generación de 1925.
 
romi