domingo, 24 de febrero de 2013

Fernando Savater






(San Sebastián, 1947) Filósofo y escritor español dedicado sobre todo a la reflexión sobre la ética. Profesor de Filosofía en diversas universidades, y más tarde de Ética en la Universidad del País Vasco, su amplia labor de divulgación y de crítica cultural lo ha convertido en un referente imprescindible para toda una generación en España. Sus comentarios críticos, sus gustos y claves de lectura son determinantes para la configuración del gusto estético y de los hábitos de lectura de su multitud de seguidores. En su obra se ha dado, además, el raro fenómeno de que libros cuyo tema central es la ética se hayan convertido casi en best-sellers, como ha sucedido con su Ética para Amador (1995) o El contenido de la felicidad (1996).
En su formación fue significativa sobre todo la influencia de los filósofos de la Escuela de Frankfurt, de Cioran y del pensamiento libertario de Agustín García Calvo. Codirigió, con Javier Pradera, la revista de pensamiento Claves, y fue uno de los animadores culturales más destacados de la transición española.
Irreverente en sus declaraciones, ha dado a conocer en una abundante obra escrita sus opiniones sobre temas como los nacionalismos, la naturaleza del poder o las posibilidades renovadoras de la democracia. Escritor precoz, versátil e infatigable, Savater ha participado prácticamente en todas las polémicas culturales, estéticas y políticas de los últimos años, con numerosas intervenciones y artículos reunidos en una larga serie de libros, entre los que cabe destacar Apología del sofista (1973), Escritos politeístas (1975), La filosofía como anhelo de la revolución (1976) y La piedad apasionada (1977). El ensayo ha sido siempre su género literario preferido y, en este sentido, Nihilismo y acción (1970) y La filosofía tachada (1972) representan las primeras demostraciones de su pensamiento vigoroso, irónico y vitalista.
Savater es un escritor multiforme, contradictorio, torrencial; con todo, siempre conserva la fidelidad a al menos dos constantes: el estilo marcado y un espíritu alegre, pleno, decidido. Entre sus estudios más específicamente filosóficos se cuentan sus diversas investigaciones sobre los objetos y los mecanismos de la ética. La tarea del héroe (1982, Premio Nacional de Literatura) e Invención de la ética (1982) son dos obras complementarias en las que Savater plantea y expone las cuestiones fundamentales de su pensamiento ético, la exigencia revolucionaria de la no-instrumentalización del hombre y la afirmación de la capacidad de elección del sujeto humano, a pesar de la presencia de instancias como la fatalidad y el azar.
En ellas reelabora la tradición del pensamiento ético, y afirma la posibilidad de la justificación racional del deber de elegir determinadas acciones y no otras. Esta elección tiene lugar en un plano inmanente a la experiencia humana, que prescinde de Dios como fuente de significado y de solución de escisiones y paradojas. Savater defiende la posibilidad de una "ética trágica" que, basada en la capacidad del deseo humano y de la expresión de la "fuerza" orientada al cumplimiento del "bien", no resuelva los pares de opuestos destino/libertad, sujeto de la acción/objeto del juicio que se hallan en el pensamiento ético, sino que los conserve en la estructura de una tensión moral permanentemente, presente en la inmanencia de los medios.
Una misma orientación presenta la obra Ética para Amador, texto que no es un tratado de ética, ni un manual divulgativo, sino una carta abierta al hijo adolescente del autor. Esta fórmula explica el lenguaje directo y desenfadado del texto, su renuncia a la discusión de teorías o a las referencias bibliográficas (aunque cada capítulo se cierra con unas citas que invitan a prolongar la reflexión sobre el tema aparecido en dicho capítulo). Y, sin embargo, pese a no ser un manual, ha sido un libro muy utilizado por los profesores de la asignatura de ética durante todo el período en que ésta ha formado parte de los planes de estudio.
La razón que lo explica es que constituye una valiosa invitación a la reflexión moral, redactada en un lenguaje ameno y concebida para ser leída sin mayores requisitos que "un poco de atención y de paciencia". Pero como no es una introducción al uso, no se basa en la presentación neutral de teorías ajenas ni tampoco en la presentación explícita de la propia, lo que no significa que ésta no exista sino que está latente. En primer lugar empieza por explicar "de qué va la ética", mostrando la necesidad del razonamiento moral, necesidad ésta que deriva del hecho de que los hombres, a diferencia de los animales, somos libres, tenemos que inventar y elegir, al menos en parte, nuestra forma de vida. Libertad es decidir y eso es algo que cada uno debe hacer. No hay recetas y el único consejo posible es "haz lo que quieras".
Naturalmente, éste no parece un consejo moral y, sin embargo, se convierte en el eje de la moral que propone Fernando Savater, una moral basada en el descubrimiento de lo que cada uno quiere, "darse la buena vida". Pero nuevamente la cuestión es saber en qué consiste "una buena vida humana". Hacer lo que uno quiera no significa lo mismo que hacer "lo primero que te venga en gana", ahí está la cuestión: no es fácil descubrir qué es lo que uno realmente quiere. La perspectiva teórica en la que se inscribe Fernando Savater es la de la ética como amor propio, tal como la ha desarrollado en textos de los años noventa.
Pero eso no significa olvidar el compromiso hacia los otros. Vivir humanamente (el autor no se cansa de recordarlo) es vivir entre humanos y tratarlos humanamente. Tratar humanamente al otro es ponerse en su lugar. Lo que no significa sólo reconocer sus derechos y tratarle con justicia, sino también con una justicia simpática o con una compasión justa. Savater insiste en que la buena vida de cada uno debe inventársela cada uno a su medida, no hay recetas mágicas. A eso se refiere el autor cuando dice que vivir bien no es una ciencia exacta, sino un arte en el que todo adolescente es un principiante y que ningún adulto llega a dominar, por lo que el libro puede ser una ayuda a unos y a otros para plantear o replantearse la cuestión más importante a juicio de su autor. No se trata, pues, de dilucidar sobre la existencia o no de vida después de la muerte, ni de saber cuál es el sentido de la vida, sino simplemente de saber qué hacer.
Además de destacado intelectual y pensador, Savater es uno de los analistas políticos más conocidos de la España contemporánea. Sus interpretaciones de las situaciones políticas, que constituyen una crónica aguda y continua de la vida española de los últimos años, se han recogido en varios libros, entre los que destacan Impertinencias y desafíos (1981) y Contra las patrias (1984). Para la anarquía (1977) y Panfleto contra el Todo (1978) se han convertido en dos clásicos del pensamiento político español contemporáneo, que se sitúan en la línea de la tradición libertaria. 

romi

viernes, 11 de enero de 2013

Osvaldo Soriano


Un escritor al que no le interesaba la literatura -como solía decir-, que aprendió de su vida nómade siguiendo a su padre electrotécnico por las distintas ciudades del interior. Fue él, que nació un día de Reyes de 1943 en la calle Alem de Mar del Plata, mientras Borges y Bioy Casares imaginaban las historias de Isidro Parodi, que nunca terminó el secundario, que no cumplió el sueño de sus padres de ser ingeniero ni el suyo de ser futbolista. Soriano, el escritor, el periodista, el cinéfilo, el fanático, “El Gordo”, que creció entre los paisajes y amistades que podían ofrecerle Mar del Plata, luego Tandil, San Luis, Río Cuarto, Río Negro, jugando a las barajas, refugiándose en el cine y el fútbol. Se hizo de San Lorenzo, sin importar lo que eso significaba en una provincia, sin nunca pensar en otra camiseta. Quizás ya entonces se gestaban los gérmenes de esa intensa provocación que caracterizaría siempre a Osvaldo Soriano.
Ya pasaron 16 años. Soriano no está. Pero no deja de estar presente. Ni él, ni el periodista de Triste, solitario y final, ni su Andrés Galván y Tony Rocha, ni su Julio Carré, ni sus artistas, locos y criminales, ni sus rebeldes, soñadores y fugitivos, ni sus piratas, fantasmas y dinosaurios. No deja de estar, pese a los críticos y académicos que desdeñaron sus historias y su estilo.
Le gustaban los libros. Amaba a Arlt, a Cortázar y a Chandler. También a Simenon y a Greene, cuyas muertes, dijo, “lloró como un chico”. Su iniciación a la lectura fue con Soy leyenda, de Richard Matheson, en 1961. Y luego siguió: los clásicos del siglo XIX, los rioplatenses, los americanos, los clásicos de nuevo, implantando una lectura de orden caótico que lo seguiría toda su vida.
Así como empezó a leer, también empezó a escribir, en la oficinita de una metalúrgica de Tandil, mientras trabajaba de sereno. Se sentaba en la máquina y tipeaba hasta el amanecer sus “primeros cuentitos, muy cortazarianos”. Y nunca más pudo escribir de día. Ya en Tandil, entre reuniones de café de intelectuales socialistas, dejó de pensar en fútbol y decidió ser escritor. Ahí consiguió su primer trabajo como periodista en El Eco de Tandil. Y arrancó: llegó a Buenos Aires en 1969 detrás de una nota sobre Semana Santa encargada por Osiris Troiani, para después seguir con sus crónicas en Panorama y La Opinión, luego durante su exilio en medios europeos como Il Manifiesto y Le Canard Echainé, y en su retorno al país, en Página/12. Las vueltas de la vida: ya como periodista, volvió a recorrer las ciudades y pueblos del interior que había recorrido durante su infancia.
Fue en 1973 cuando irrumpió en la literatura con Triste, solitario y final. Apenas ocurrido el golpe de estado de 1976 se fue a Bélgica y de ahí a París, donde vivió hasta 1983, cuando regresó al país. “Las únicas dos veces que elegí realmente dónde vivir fueron la primera vez que llegué a Buenos Aires y cuando volví del exilio”, dijo alguna vez. Cuando salió de Buenos Aires nadie lo perseguía. Pero “era mejor estar equivocado con la dictadura que tener razón obedeciéndola”. Viajó y se quedó defendiendo a los exiliados y denunciando la desaparición de personas, que siguió acá, orgulloso, hasta sus últimos días, como cuando escribió para la conmemoración de los veinte años de la dictadura: “Fui, con las Madres de Plaza de Mayo, con Cortázar, Osvaldo Bayer, David Viñas, con miles de otros mejores que yo, uno más de lo que los militares llamaban ‘campaña antiargentina’”.
Y por esa época conoció a Osvaldo Bayer, personalmente. En realidad lo había conocido antes, ya que “como siempre con las muy buenas amistades, empezó con una pelea”, cuenta Bayer, a sus 84 años, mientras explora por primera vez las posibilidades del Skype en una entrevista con Ñ Digital desde Linz Am Rhein.  Él investigaba sobre Severino Di Giovanni -el anarquista fusilado por la dictadura de Uriburu-, cuando salió una nota firmada por Osvaldo Soriano sobre el mismo anarquista que decía exactamente lo contrario. Entonces, claro, Bayer llamó furioso a la revista, y habló, por primera vez, con ese tal Soriano. “Soriano, mucho gusto”, se presentó. “¿Sabe lo que quiero decirle a usted? Usted es poco hombre”. Eso entre otros improperios. Y pasaron varios años, a Bayer le tocó ir al exilio, y en la Feria del Libro de Frankfurt se encontró nuevamente con Soriano, que estaba con el editor Daniel Divinsky. Pero a esa altura, lo de Di Giovanni estaba olvidado para Bayer. “¿Lo conocés a Osvaldo Soriano?”, dice Divinsky. “Sí, mucho gusto, ahora lo conozco personalmente”, contesta Bayer, “Su libro es magnífico, es un gran escritor”. Entonces Soriano lo mira y le dice: “Sí, pero yo soy poco hombre”. Tras cuestiones aclaradas, a partir de ese momento fueron los mejores amigos.
Fue también por esos años cuando se conoció en el país No habrá más penas ni olvido -llevada al cine por Héctor Olivera- y se publicó Cuarteles de invierno, que venía de ser considerada mejor novela extranjera en Italia y fue adaptada al cine dos veces. Pero fue en Argentina, tras su imposibilidad de escribir desde el exilio, cuando lanzó A sus plantas rendido un león, Una sombra ya pronto serás -llevada al cine en 1994 otra vez por Olivera-, El ojo de la patria, La hora sin sombra y su libro para chicos, El negro de París. Y también los cuatro volúmenes con sus mejores crónicas periodísticas: Artistas, locos y criminales (1984), Rebeldes, soñadores y fugitivos (1988), Cuentos de los años felices (1993) y Piratas, fantasmas y dinosaurios (1996).
La fascinación que ejercía sobre los lectores se tradujo en enormes ventas y en traducciones a distintos idiomas en el extranjero. “Sus libros demuestran una gran profundidad de todo tipo, una sabiduría popular escrita en un idioma absolutamente popular. Y eso es lo que lo hizo triunfar tanto”, afirma Bayer. “Lo que más valor tiene es que el lector común tiene a su escritor querido, porque Soriano se metía bien en las venas de los barrios porteños, en las venas de lo que es el argentino. Nadie como él ha descrito al porteño con esa profundidad”. Fue ese particular pacto con los lectores lo que lo convirtió en el autor argentino vivo más leído de su época. Con su literatura enfrentó a los argentinos con su identidad. Como dijo Bioy Casares, un argentino que escribía como un argentino. Un novelista atípico. “En el fondo, mis libros plantean por infinitésima vez en la literatura argentina el problema de la identidad. Por eso mis personajes son contradictorios y se parecen tanto a los comunes mortales”, diría alguna vez. Conciencia civil, democrática y política, un intuitivo que montó un mundo de perdedores sentimentales, una suerte de flâneurs tragicómicos que vagan por los pueblos en busca de sí mismos.
Soriano, con Bayer, David Viñas, León Rozitchner y Tito Cossa, conformó un grupo de escritores que se reunía los jueves en “el Tugurio” -como Soriano apodó a la casa de Bayer. Era un provocador. “Siempre llegaba más tarde a las reuniones y largaba un tema para que se agarraran en la discusión Viñas y Rozitchner. Y siempre se agarraban tremendamente, a los gritos. Entonces Soriano levantaba la copa y brindaba sonriente, porque otra vez había triunfado”, recuerda Bayer. “Lo que hubiera hecho, lo que hubiera escrito si hubiera vivido”.
Como Soriano escribió alguna vez: “Un escritor está siempre igual de solo que un corredor de maratón. De esa soledad debe sacarlo todo: música celeste y ruido de tripas. Y también la peregrina ilusión de que un día, alguien decida abrir su libro para ver si vale la pena robarle horas al sueño con algo tan absurdo y pretencioso como una página llena de palabras”.
Y no hay duda de que vale la pena. 
romi

viernes, 21 de diciembre de 2012

!!!!!!!!!!!!MUchisimas Felicidades!!!!!!!!!!!!!

Deseo que mi  abrazo los alcance  hasta donde estén,  estoy felíz de haberlos conocido para compartir esto tan hermoso que es la literatura, los recuerdo a cada uno  y guardo dentro mio cada palabra de aliento cuando comencé  este sueño de crear mi blog, muchisimas gracias.
!!!!!!!!!!!!!!!Feliz Nochebuena y un Próspero y Venturoso año 2013
Les deseo lo mejor del la vida....los quiero mucho!!!!!!!!!!!!!. 

romi

domingo, 18 de noviembre de 2012

Novecento

  …comprendí que lo que estábamos haciendo en aquel momento, lo que de verdad estábamos haciendo, era bailar con el océano…
Novecento (1994) es, inicialmente, un monólogo escrito por Baricco para un actor en específico y un director (Eugenio Allegri y Gabriele Vacis,respectivamente).Eltexto fue, efectivamente, representado en las tablas en 1994, y llevado al cine por Giuseppe Tornatore bajo el nombre de La leyenda del pianista en el océano.
Lo que podemos encontrar en este breve relato es la historia de Danny Boodmann T.D Lemon Novecento, pianista del transatlántico Virginian. Cuenta la leyenda que este personaje nació en el barco ya mencionado y nunca lo abandonó. Se cuenta también que, de la nada, aprendió a tocar piano como ningún otro. Sus manos eran capaces de crear las más simples y hermosas melodías que podían escucharse.
Un trompetista del mismo barco, amigo de Novecento, es el testigo de esta historia. 
Gracias a él descubriremos el por qué Novecento nunca abandona su barco. Seremos, además, testigos de un emocionante duelo entre el pianista del Virginian y Jelly Roy Morton, el autodenominado inventor del jazz.
La historia que nos cuenta el trompetista es tan simple como las melodías de Novecento. Es un hermoso monólogo que nos hace pensar que leemos una novela, pero que de vez en cuando nos recuerda que estamos leyendo un texto escrito para el teatro. Las acotaciones introducidas por Baricco ayudan al lector a imaginar las distintas escenas, llenas de movimiento y musicalidad, así como también los intercambios de personajes que deberá realizar el actor.
  Biografía del autor:  Alessandro Baricco es un escritor, dramaturgo y músico italiano nacido en Turín el 25 de enero de 1958. Tras licenciarse en Filosofía y estudiar Piano, sus primeros escritos fueron ensayos de crítica musical, centrándose en la relación entre la música y la modernidad. Colaboró como crítico musical en publicaciones como La Repubblica y La Stampa, y fue presentó varios programas en Rai Tre. Ha escrito y dirigido varias obras de teatro.
Publicó su primera novela, Castelli di rabbia (Tierras de cristal), en 1991, pero fue su obra Seda (1996) la que realmente le granjeó éxito crítico y comercial a nivel internacional. Varias de sus novelas han sido adaptadas al cine, y ha obtenido numerosos premios, entre ellos el Premio Médicis en 1991 por Tierras de cristal y el Premio Viareggio en 1993 por Océano mar.
En 1993 fundó una escuela literaria en Turín, a la que llamó Scuola Holden en honor al personaje principal de El guardían entre el centeno de Salinger. Es notoriamente tímido con la prensa, llegando a promocionar su libro City (1999) exclusivamente por Internet. En 2003 realizó una versión leída de City junto con el grupo musical Air, en el disco City Reading (Tre Storie Western).
 
romi

martes, 16 de octubre de 2012

Mo Yan, Premio Nobel de Literatura 2012

  
Guan Moye es su nombre original y se hace llamar Mo Yan que significa”no hables” (porque tenía fama de ser directo al hablar y quería recordarse a sí mismo que no debía decir demasiado)
El escritor chino de 57 años, tuvo su primer gran logro con la novela “El sorgo rojo”, llevada al cine y ganadora del máximo premio en Berlín
11 de octubre.- El escritor chino Mo Yan, de 57 años, ganó este jueves el premio Nobel de Literatura por su trabajo que tiene cualidades de "alucinante realismo", según la academia sueca.
Mo Yan nació en Guan Moye en 1955 de una familia de granjeros en la provincia Shandong, en el noreste de China.
Dejó la escuela durante la Revolución Cultural para trabajar en una fábrica de petróleo. Se alistó en el Ejército Popular de Liberación, las actuales fuerzas armadas de su país, a los veinte años.
Mo escogió su seudónimo mientras escribía su primera novela. Locuaz por naturaleza Mo ha dicho que el fin del nombre que significa “no hables” era recordarle que debía pensar dos veces antes de hablar para no meterse en problemas así como enmascarar su identidad pues comenzó a escribir mientras servía en el ejército.
En 1981 publicó su primera novela, “Lluvia en una noche de primavera”.
En 1984 obtuvo un puesto en la Escuela de Arte y Literatura del Ejército, lo que le permitió dedicar más tiempo a escribir.
El éxito le llegó con sus novelas “El rábano transparente” y, sobre todo, “El sorgo rojo” (1987), de esta última se realizó su adaptación cinematográfica y fue rodada por el director Zhang Yimou.
En 1996 publicó “Grandes pechos amplias caderas”, donde casi un siglo de historia de China es visto a través de los ojos de una mujer. Este libro fue prohibido por las autoridades de Pekín.
Se le ha comparado en ocasiones con Franz Kafka por su forma describir la impotencia del ser humano frente al poder, pero sus novelas no se caracterizan por lo metafórico y simbólico sino por el análisis histórico y político.
Sus obras han sido traducidas a numerosos idiomas, incluidas cuatro en español.
Las obras adaptadas al cine son:
-Sorgo rojo (1987) (dirigida por Zhang Yimou)
 -Happy Times (2000) (dirigida por Zhang Yimou).
-Nuan (2003) (dirigida por Huo Jianqi)

romi

martes, 25 de septiembre de 2012

Alejandra Pizarnik-La poeta que vivió la muerte


Alejandra Pizarnik (1936-1972) era un acto literario per se (su nombre de pila fue Flor, después Bruma, hasta que decidió quedarse con el de Alejandra). Ya decía la propia argentina que su ideal sería hacer el cuerpo del poema con su cuerpo. La muerte, esa obsesión a la que tantas formas le dio en sus versos, la volvió real: hoy se cumplen 40 años del suicidio de la llamada poeta maldita. 
Maldita por sus temas -la soledad, el silencio, la infancia, el dolor, la muerte-, por sus ganas de quitarse la vida, por su sufrimiento, por su desdicha. La vida de Pizarnik, quizás construida a partir de su obra, ayudó a mitificar su poesía. La autora, hija de emigrantes rusos de ascendencia judía que vivieron en Buenos Aires, siempre se sintió en el exilio (más interior que físico, tal vez).
Su niñez tampoco fue fácil ("Mi infancia sólo comprende/al viento feroz/que me aventó al frío", escribió en verso). Se dice que a temprana edad comenzó a ingerir anfetaminas que le provocaban insomnio. Que también sufría de trastorno límite de la personalidad. A los 18 años, inició terapia. León Ostrov fue su psiconanalista, que al final se convirtió en su amigo y confidente con el que intercambió cartas. 
Al médico lo marcó la escritora, así como a Octavio Paz o Julio Cortazar, con quienes Pizarnik hizo amistad durante su estadía en París. "Mi primera impresión, cuando la vi, fue la de estar frente a una adolescente entre angélica y estrafalaria. Me impresionaron sus grandes ojos, transparentes y aterrados, y su voz, grave y lenta, en la que temblaban todos los miedos", la recordó una vez el doctor, formado en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. 
Pizarnik estudió Filosofía, también Letras y Periodismo. Todas las abandonó, al igual que muchos de sus empleos (decía el escritor chileno Roberto Bolaño que el verdadero poeta siempre está abandonándose, nunca demasiado tiempo en el mismo lugar). Vivió en Francia algunos años antes de regresar a Buenos Aires a escribir (y morir). "Estoy haciendo lo posible -es decir, lo imposible- por volver a París. Allí, a pesar del desamparo externo, soy más feliz. Quiero decir: puedo escribir con más libertad. (Esto es tan complejo y tan indecible)", le escribió al poeta venezolano Juan Liscano.
Pizarnik se refugiaba en su escritura -que apenas alivia, diría Rafael Cadenas-. "Escribir es buscar en el tumulto de los quemados el hueso del brazo que corresponda al hueso de la pierna. Miserable mixtura. Yo restauro, yo reconstruyo, yo ando así de rodeada de muerte", dijo en su poema Extracción de la piedra de locura (1964). 
Dos veces intentó suicidarse. Quiso hacer de la realidad una prolongación de su obra. "Yo le dije que en mis poemas la muerte era mi amante y mi amante era la muerte", escribió la autora en otro de sus versos. Hablaba de matarse y se mató: un fin de semana en el que había salido con permiso del hospital psiquiátrico de Buenos Aires en el que se internaba se tomó 50 pastillas de Seconal.
 
LA ÚLTIMA INOCENCIA
Partir 

en cuerpo y alma
partir.
Partir 

deshacerse de las miradas
piedras opresoras
que duermen en la garganta.
He de partir 

no más inercia bajo el sol
no más sangre anonadada
no más fila para morir.
He de partir 

Pero arremete ¡viajera

romi

martes, 21 de agosto de 2012

El gran inquisidor

 En “El gran inquisidor”, Dostoievski relata a través de la voz de Iván, el hermano escéptico de los Karamazov, una historia fantástica en la cual, a partir de la promesa que realizó Jesucristo de volver a la Tierra (Juan 14: 1- 3, Apocalipsis 1: 7) realiza un encuentro bastante peculiar entre Cristo y una de las cabezas de la Iglesia católica del siglo XVI, más concretamente el cardenal inquisidor de Sevilla.
Esta elección debe ser subrayada, y es que hay que tener en cuenta el poder e influencia que dentro de la Iglesia Católica del S. XVI tendría el cardenal de Sevilla, por tratarse esta ciudad en uno de los centros comerciales y por tanto políticos del Occidente cristiano de aquella época al ser entrada de la mayor parte de las mercancías que procedían del continente americano y por ser el imperio al que pertenecía la ciudad (España) la potencia política, económica y militar preponderante en aquella época.
Por lo tanto, podemos vislumbrar que posiblemente Dostoievski pretendió, a través de la elección de una alta jerarquía de la iglesia, reflejar que la postura que queda plasmada en la figura del inquisidor no es una postura marginal, o aislada, sino auspiciada desde el alto clero, y es que, a través del monólogo que realiza el nonagenario inquisidor ante la presencia de Cristo, Dostoievski vierte sus ideas posiblemente anticlericales que se cebaban especialmente contra la Iglesia católica, y es que en algunos círculos ésta se erigía como representante de un sistema inmovilista, conservador e incluso tal vez feudal.
Esta visión de una Iglesia católica feudal, no debería ser poco frecuente en el entorno en el que se desarrolló Dostoievski, y es que, en la Rusia del S. XIX numerosos círculos alentaban esta postura: por una parte la iglesia ortodoxa, religión mayoritaria en Rusia, y por otra parte de ciertos movimientos revolucionarios socialistas que aparecieron en la Rusia del S. XIX, y que después “evolucionarían” hasta el comunismo, movimientos revolucionarios a los cuales Fiodor Dostoievski no permaneció ajeno participando en el círculo clandestino de Petrashevski, donde estudia las ideas del socialismo utópico y por cuya simpatía y afiliación será arrestado y encerrado.
Bajo mi punto de vista, el relato constituye una férrea crítica anticlerical, concretándose contra el clero de la Iglesia católica, en tanto en cuanto el inquisidor es católico y el autor arremete contra una orden católica (La compañía de Jesús) en varias ocasiones. El relato esboza a un cardenal como representante del clero católico, o si se prefiere, del alto clero, que se presenta con bastantes similitudes con el Superhombre de Nietzsche, un cardenal dispuesto a inmolar en holocausto a Cristo, el cual ha vuelto a la tierra para “visitar a sus hijos por un momento”.
Un cardenal que sabe con certeza que se trata de Cristo, pues presencia una “demostración” (un milagro) al ver como ese Cristo resucita a una niña de apenas siete años, hija de un ilustre ciudadano y cuyo cuerpo estaba siendo transportado en un féretro para ser enterrado. También queda reflejada la certeza de que no se trata de una demencia del anciano cardenal en la respuesta de “sé demasiado lo que dirías” a la pregunta efectuada por él mismo de “¿Eres tú?”. Así mismo se puede interpretar como un guiño a que efectivamente se trata de Cristo en el hecho de que, a tenor de que el reo permanece callado, Iván (el personaje de los hermanos Karamazov que relata el cuento) dice que calla “como debe ser en todos los casos”. En este punto, se puede establecer un paralelismo con la otra vez que Cristo fue juzgado ante Herodes y los representantes políticos del pueblo judío y en la cual también permanece callado, tal y como se puede constatar en Lucas 23, 9.
Este cardenal Señor con ciertas trazas del Superhombre de Nietzsche, que llega a compararse con la deidad misma al afirmar que él, al igual que hicieron Cristo cuando fue tentado por el diablo y los profetas, estuvo en el desierto nutriéndose de langostas y raíces. Se presenta como un cardenal que ha dejado de creer en la conveniencia de lo que predicó Cristo para la mayoría de los hombres de a pie, ya que según él, esa doctrina no puede ser asumida por seres tan débiles como son los seres humanos, o por lo menos la mayoría de ellos.
El inquisidor sostiene que el hombre, ante todo, busca un ser ante el que inclinarse, un ser ante el que confiar su conciencia y la manera en que todos se unan, y esas aspiraciones son incompatibles con las tres tentaciones que rechazó Cristo cuando fue inducido por el diablo: el transformar las piedras en panes para que la humanidad se postrase ante él, el tirarse para demostrarse a sí mismo que era el hijo de Dios y por último el aceptar los reinos de la tierra para así obtener el poder político, poder político que proporcionaría a la humanidad la tan ansiada unidad.
Posiblemente en esta cuestión, la contraposición entre por aquello por lo que aboga Cristo, y lo que aboga la Iglesia representado por el cardenal inquisidor radique la principal reivindicación del autor, y es que, realiza una afrenta a la Iglesia y en absoluto a Cristo o a su mensaje.
Tal vez la tesis principal de Dostoievski sea la de un retorno al evangelio, tal como ya habían propugnado los cátaros extramuros de la Iglesia o Francisco de Asís intramuros, a lo que, en definitiva, constituye realmente la raíz del cristianismo más allá del poder político que la Iglesia pueda ejercer a través de la ciudad del Vaticano, el Estado de la Iglesia en la tierra. Esa es una de las principales reivindicaciones de Dostoievski en el cuento, la destrucción del señorío eclesiástico y la vuelta a lo que predicó Jesús.
El otro punto principal del discurso que Dostoievski hace a través de todo el cuento que relata Iván, que ya he ido comentando de forma algo dispersa a lo largo de mi ensayo y que ahora quiero condensar, es el de la existencia de dos bloques diferenciados: por un lado el de los señores, representado por el clero y por el otro el de los esclavos, la gente débil, en definitiva la del rebaño a pastorear y al cual, por su debilidad hay que edulcorarles la realidad para que de ese modo puedan llegar a ser felices.
Esa edulcoración conlleva que los elegidos, esos mártires torturados por un noble sufrimiento y lleno de amor a la humanidad, carguen con la mentira que supone hacerles ver a los hombres que ellos (el clero y la iglesia) obedecen a Cristo y les dominan en nombre de Cristo, cuando en realidad es falso. De este modo, Dostoievski continúa con la crítica a los estamentos de la iglesia al decir que no actúan de acuerdo a lo que Jesús predicó, sino que además actúan de acuerdo al anticristo desde el momento que aceptaron el poder político que conllevaba la constitución del estado Vaticano.
Queda patente también en esta postura tomada por el inquisidor la falta de fe que tiene en la humanidad, o en su grueso, la cual sería incapaz de sobrevivir y ser feliz con libertad, pues según el inquisidor, el pan material, esto es, el bienestar material es incompatible con la libertad. Llega a rebajar la dignidad del ser humano hasta el punto de compararlos con niños amotinados en una clase, y en contraposición al mensaje de Cristo, el cual por un lado reflejaba su gran fe por la humanidad y sus aptitudes, y por el otro, tenía un carácter universal, en el sentido de que iba dirigido a toda la humanidad, independientemente de sus condiciones y aptitudes, independientemente de que sea débiles o no.
En este sentido el inquisidor establece de antemano que el mensaje no puede ser asumido por los hombres por su debilidad, no son dignos de él, no los considera lo suficientemente capaces para asumirlo.
En definitiva, podemos concluir que Dostoievski critica a una Iglesia que no cree verdaderamente en el mensaje de Cristo, que dice defenderlo de una manera hipócrita para procurar una felicidad superflua y mundana en el individuo de a pie, y todo esto, debido a una falta de fe en las aptitudes de los hombres en general y más concretamente en la capacidad de las personas de poder ser felices con una total libertad de conciencia para creer de acuerdo al libre albedrío de cada uno, donde realmente radica el valor de la creencia y la fe, tal y como predicó Jesús.
Presenta una Iglesia que, aunque se le puede encontrar cierto punto de piedad y amor por la humanidad, es contraria a aquello a lo que dice defender: el mensaje de Cristo. Es hasta tal punto las pretensiones de la Iglesia antagónicas al mensaje de Cristo, que consideran la presencia de él, no solo un estorbo, sino un peligro.
romi

domingo, 12 de agosto de 2012

Volver a ser niño

Cuando vuelva a ser niña, actuaré según lo que pienso y tomaré la inocencia para vestirme de ella cada mañana al despertar.
Me pararé frente a mi espejo de caracolas y le enseñaré a mis labios a pintarse de sonrisas.
Abrazaré sin vergüenza por la calle a esa persona que tanto me alegra, sin conocer el rencor, ni la maldad; y le diré a la alegría que baile a mi alrededor.
Cuando nuevamente vuelva a

ser niña, descoseré la nostalgia y le dibujaré mariposas a la soledad.
Diré “te quieros”, envueltos en las flores que he pegado en mi pelo, para que cuando se despeguen, se esparzan sin castigar a mi mente.
Tan igual como cuando suelte mis palabras , sólo digan la verdad.
No suplicaré por cosas que no entiendo y llenaré de besos al abuelito de la esquina aunque me lo acaben de presentar.
Me dejaré entender que no mostrar afecto en cada momento no es ser antipática y actuar naturalmente según lo que sienta.
Diré “no” si algo no me gusta, sin el temor a ofender a los demás.
Tomaré la ternura y haré una ronda con ella; escucharé un insulto y responderé con una flor.
Cuando vuelva a ser niña, haré un sin fin de travesuras.
Pintaré en cada ventana un arco iris y en las noches más oscuras, cuando ya casi no brillen las estrellas, traeré a todas mis muñecas para sacarle una sonrisa a la luna.
Tal vez cuando mi infancia me llame, me haré mil preguntas para entender la tristeza de la gente, la muerte de los animales, y la desaparición de los bosques.
Porque ser niña, es mucho más que ser un adulto, porque es vivir y disfrutar de todo lo bello, sin malos pensamientos y de cuidar mi mundo, como a mi más preciado peluche.
Sólo espero que algún día todos podamos volver a ser niños, brincando y gritando felices por ser nuestra Tierra, un hogar lleno de juegos, buenas intenciones y libertad.
Ese día será el momento en que consiga aprender a ser adulta, sin olvidarme que la verdad es lo más puro y la inocencia misma , que una sonrisa mueve a las personas y que un beso hace nacer un alma.

Solamente desde ese día ...volveré a ser niña.

romi

PD/ Hoy se celebra el día del niño en Argentina y quise recordar mi niñez..

martes, 31 de julio de 2012

Murió Héctor Tizón


Sólo hay que nombrar a Héctor Tizón para pensar en la aridez y en la soledad de la Puna. Entre cerros y quebradas transcurren casi todos sus libros. El paisaje y las historias, en la obra de Tizón, son la misma cosa. Haberse convertido en un símbolo tan potente de una región ancestral es el mayor logro de su literatura, mucho más prestigioso que los numerosos premios y honores que amasó en Argentina y en el exterior. No son muchos los que puedan jactarse de plasmar tantos kilómetros de extensión, la idiosincracia que se aloja en ellos y, a la vez, personajes universales.
Nació en Rosario de la Frontera, Salta, pero se crió en la yunga verde de Yala, adonde su padre había llegado para dirigir la estación ferroviaria. Durante décadas fue el único lugar donde podía escribir, donde aprendió a hacerlo. Se murió ayer por la mañana, internado por una afección cardíaca en un sanatorio de San Salvador de Jujuy, a 12 kilómetros del pueblo al que llamaba “el centro del universo”. Lo velaron en la legislatura provincial y hoy lo entierran, por supuesto, en el cementerio de Yala. Tenía 82 años.
Paradójicamente publicó su primer libro A un costado de los rieles en 1960 cuando vivía en México y se ganaba la vida como agregado cultural. Otros relatos habían aparecido en diarios de Salta, el primer destino por el que dejó su pago. Le seguirían La Plata, donde se graduó como abogado, México, Italia –como cónsul– y España, durante el exilio al que lo obligó la última dictadura militar. Muchos años más tarde sería ministro de la Suprema Corte de Jujuy.
En 1969 apareció la primera de sus novelas. En Fuego en Casabindo Tizón relata la derrota de los coyas, pobladores originarios de su Puna. El libro se convirtió en un éxito y la desolación y melancolía del paisaje y su potencia mesiánica ya no se irían más de su obra.
Tres años después el autor escribe en su diario: “Hoy me he levantado a las 5 de la madrugada: comencé a releer la última novela que se titula Cantar del profeta y el bandido. Cincuenta páginas de un tirón”. Para su segundo libro, Tizón ya escribía con disciplina, por las mañanas, en el jardín, y casi siempre los fines de semana, porque el resto de la semana lo ocupaban sus tareas profesionales como abogado, juez de paz o, después, como convencional Constituyente por la Unión Cívica Radical. Pero nunca dejó de escribir, ni de tomarse el tiempo que consideraba necesario. A María Esther Vázquez le confió : “Escribir debe ser una función armónica. Es lo mismo que hacer el amor de prisa, una barbaridad”.
En 1976, a los 48 años, Tizón abandonó la dirección del diario “Proclama” y se refugió en España. Semanas después de establecerse en Madrid escribió: “El regreso no existe. Es la verdad que duele y entristece, como todo naufragio”.
El exilio forzoso cambió para siempre su escritura. El desarraigo se convirtió en obsesión, aunque nunca dejó de narrar la Puna. De la imposibilidad de regresar y de crear en tierras extrañas tratan varios cuentos y su novela La casa y el viento, escrita en España.
A su regreso insistió con novelas, cuentos e incursionó en el ensayo. En los últimos años publicó sus memorias y este mes acaba de editarse sus relatos de Memorial de la Puna. En ambos hay un tono de despedida. En el primero Tizón revela para quién escribía: “Escribo para los muertos, para los que vivieron en aquellos años por los cuales sentimos nostalgia”. Ahora, sabemos: escribía para sí mismo.

romi

sábado, 21 de julio de 2012

Hablame de amor

 
Hablame de amor
como lo hacías antes
cuando contábamos mariposas sobre flores de colores,
cuando tu caminabas descalza
y nos sentábamos en el balcón sumando primaveras.
Entonces tus labios alimentaban de promesas los míos
mientras yo te servia el desayuno con jugos de estrellas
 Hablame de amor
como lo hacías antes.
Hoy lo necesito
porque aquí estoy huérfano de ternura y de caricias
exhalando el aroma de aquellos días
extrañando tu piel erizada bajo mis manos.
 Hablame de amor, amor mio
aunque tu mirada este vacía
habitada por formas cotidianas
y palabras sin sentidos
 Hablame de amor
antes que cierre la puerta detrás mio
y en nuestro mundo quede un camino sin huellas ni regreso.
 Juan Carlos Alarcon

Breve Biografía
 Juan Carlos Alarcón, poeta, escritor y dramaturgo argentino, nació en Córdoba en el año 1948. Desde muy joven se dedicó a la literatura, al periodismo, radicado en Francia desde donde continua su vocación literaria escribiendo y publicando libros de novelas, cuentos, poesías, obras de teatro.  Entre lo más destacado se puede citar: las novelas “El ladrón de campanas” y “Los pájaros vuelan en libertad” y los libros de poemas “Ambición de Existir” y “País Chucaro”y demás
  /PD 
Leí que la inspiracion en la composición artística se asocia a un brote de creatividad irracional e inconsciente.
Por suerte charlé con Juan Carlos en varias oportunidades porqué me interesaba saber en que se inspira  un gran poeta  para escribir tan bellos poemas.
Leyendo un repotaje que le hiciera la señora Clementina Rossini  a Juan Carlos Alarcón, allí el explica muy bien como maneja su inspiración.
Clementina le preguntó:
De tus poemas ¿cuál deja traslucir el amor más intenso que hayas sentido por una mujer?
En todos, porque los poemas nacen de sensaciones anímicas y corporales que cada mujer puede transmitirme, pero no sólo son las mujeres que me sacuden el espíritu y me llevan a construir un poema, también puede ser cualquier cosa de la vida cotidiana, excepcional o no. El poema “Santa Rosa” no tiene nada que ver con una mujer y todos los poemas que escribí sobre el exilio tampoco nacieron desde una mujer

romi

martes, 3 de julio de 2012

José Bartolomé Pedroni

 
Escritor y poeta , nació en Gálvez, provincia de Santa Fe, el 21 de septiembre de 1899. Era hijo de Gaspar Pedroni y de Felisa Fantino, ambos inmigrantes italianos, de Lombardía y Piamonte respectivamente. El escritor creció disfrutando de la paz del campo y rodeado de los nobles instrumentos de trabajo. Pero la infancia de Pedroni fue también sufrida, ya que a la par de la escuela tuvo que trabajar con su padre como ayudante de albañil. Muchas de las imágenes que Pedroni fue registrando durante su niñez, serían el barro que luego utilizaría para construir sus versos.
En 1912 se radica en Rosario. Estudia en la Escuela Superior de Comercio y aprende inglés y francés. Por entonces comienza a publicar sus primeros trabajos en un diario de Gálvez. Los años mozos de Pedroni transcurren en una Rosario convulsionada por movimientos obreros socialistas y anarquistas. En 1912 se produce el Grito de Alcorta, la primera huelga agraria del país. Años después cae asesinado el abogado Francisco Netri. Ese clima de virulencia social también influyó en la formación del poeta.
En 1916, José Pedroni obtiene el título de Bachiller y comienza a trabajar como tenedor de libros, dos años más tarde y por razones laborales, se traslada a San Carlos Norte y luego a Sa Pereira. Allí comienza a conocer la historia de los primeros colonos, historia que reproducirá en sus versos.
Trabajando como contador en la Casa de Ramos Generales de Alejo Chautemps, José Pedroni conoce a la que sería su esposa y compañera fiel: Elena Chautemps, con quien contrajo enlace el 26 de marzo de 1920. Un año después, el 17 de marzo de 1921, nace su primer hijo, Omar Tulio. Ese mismo año, luego de recibir la baja como conscripto militar, Pedroni se traslada a Esperanza, donde se emplea en la Fábrica Nicolás Schneider, en la cual trabajó como contador durante 35 años.
En 1923 aparece su primer libro: La gota de agua . El debut fue impactante: Pedroni empezaba a mostrar una poesía distinta, por su sencillez y belleza, donde el protagonista principal es el hombre, el obrero, la mujer amada, los hijos y la tierra. Dos años después, en 1925, sale a la calle Gracia Plena . La llegada del segundo hijo, José María, hizo que Pedroni le regalara a la posteridad varios de sus poemas más hermosos y recordados. Fue un éxito literario. El 13 de junio de 1926 se produce un hecho que será fundamental para Pedroni: en una nota aparecida en el diario La Nación , Leopoldo Lugones exalta la obra del poeta santafesino, a quien bautiza como “el hermano luminoso”. En 1928 nace el tercer hijo de José Pedroni: Juan Carlos, y en 1930, llega al mundo la única hija del poeta: Ana María, quién se radicó en Guatemala.
Los conceptos elogiosos de Lugones hacia el poeta, terminaron convirtiéndose en una pesada carga, a punto tal que debieron pasar diez años para que aparezca el libro sucesor de “Gracia Plena”: Poemas y palabras . En los años siguientes José Pedroni publica Diez mujeres (1937), El pan nuestro (1941), Nueve cantos (1944). Hasta que en 1956, luego de varios años de espera, aparece la que para muchos fue su obra cumbre: Monsieur Jaquín . Este libro es un homenaje a los primeros inmigrantes que trabajaron la tierra, especialmente a los fundadores de la Primera Colonia Agrícola Organizada del país: Esperanza.
En 1959, el escritor funda en Esperanza el Teatro de Títeres Pedro Pedrito, con la colaboración de otro gran artista: Ricardo Borla. En mayo de 1960 se publica Cantos del hombre . En ese trabajo, Pedroni recuerda a unas islas a las que Yupanqui llamaría después “la hermanita perdida”. En diciembre del mismo año aparece Canto a Cuba . Estos versos, en los que Pedroni refleja admiración por aquellos barbudos que intentaban parir un mundo nuevo, hicieron que muchos intentaran encasillarlo ideológicamente. En 1961 le sigue La hoja voladora y luego en 1963, el que sería su último libro: El nivel y su lágrima .
Pedroni siguió escribiendo hasta sus últimos días. En ocasión de inaugurarse el Velódromo Municipal de Esperanza, se le pidió un poema alusivo. Así nace La bicicleta con alas . Fue casi una despedida. El 4 de febrero de 1968, José Pedroni voló hacia otros mundos en Mar del Plata, lejos de Esperanza, su tierra amada.
Una vez le preguntaron a Pedroni para quién escribía, si para todos o para sí mismo. Él contestó imperativo que el que escribe para todos no escribe para nadie, y el que escribe para sí ha elegido el peor interlocutor, ya que a la gente no le interesan las tribulaciones personales de un poeta. La poesía de Pedroni apunta, como a él le gustaba decir, “al corazón del hombre” . Quizás eso explique la vigencia de su obra.
 Obra poética Sus primeros poemas los publica en 1920 y entre su fecunda obra poética corresponde destacar "La gota de agua" (1923), "Gracia plena" (1925), "Poemas y palabras" (1935), "Diez Mujeres" (1937), "El pan nuestro" (1941), "Nueve cantos" (1944), "Monsieur Jaquín" (1956), "Cantos del hombre" y "Canto a Cuba" (1960),"La hoja voladora" (1961) y "El nivel y su lágrima" (1963).

romi
 

sábado, 30 de junio de 2012

PREMIO PARA TODOS MOS POETAS Y ESCRITORES


A ver la imposibilidad de que ustedes se puedan llevar mi PREMIO DE ORO POETAS Y ESCRITORES Y LA FRASE QUE LES REGALO. LES RUEGO; SE LO LLEVEN DESDE AQUÍ.                                            
GRACIAS  Y LES DEJO MI TERNURA.
SOR.CECILIA.  

Gracias Sor Cecilia...besitos

miércoles, 13 de junio de 2012

Día del Escritor.

 !!!!!Felíz Día del Escritor!!!!!!
Cada 13 de junio se conmemora el Día del Escritor. La fecha no es casual y encuentra su explicación en que un 13 de junio, pero de 1874, nació Leopoldo Lugones en Villa María del Río Seco, en el corazón de la provincia mediterránea de Córdoba. Entre muchas de las acciones y obras que emprendió, Lugones fundó la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) que, luego del suicidio del poeta, estableció el día de su natalicio como el Día del Escritor. Lugones no fue olvidado pero su tumultuoso y resonante paso terrenal es aún materia de controversia y polémica.
 Fue el último intelectual total o, mejor dicho, el último en intentar ser ideólogo y protagonista, a la vez, de un proyecto político. Esa saga se inicia con Mariano Moreno y culmina con él. Se sintió el heredero de Domingo Faustino Sarmiento y buscó asemejarse hasta en sus propias y específicas frustraciones. En el ensayo Lugones, entre la aventura y la cruzada, la socióloga María Pía López comenta: “En su Historia de Sarmiento es clara la elección de un modelo y un precursor. Defiende la causa defendiendo al modelo del intelectual heroico. Construye un linaje, del cual es la continuación. Quiso ser Sarmiento: escritor y presidente. Y quedó atrapado en la tensión de ver sin ser visto.”
Esta suerte de “incomprensión”, atizada por el vate cordobés, de parte de los sectores populares hacia su tarea como pensador público, lo llevó a pensarse en clave jerárquica, ornamentado por el bronce de creerse un hombre superior. En ese núcleo trágicamente equívoco, puede pensarse su postrera conversión: la que lo llevó a decretar en 1924, en ocasión del aniversario de la Batalla de Ayacucho, “La hora de la espada”, y que cristalizó con su intención raudamente frustrada de erigirse como el intelectual de la dictadura iniciada el 6 de septiembre de 1930 y que inició la serie golpista con la que el Partido Militar mantuvo en vilo a la democracia en la décadas subsiguientes. 
Pese a los intentos posteriores de algunos de sus discípulos y seguidores que buscaron escindir al intelectual político del hombre de letras, la fuerza vital que lo guió tuvo siempre, para bien o para mal, un fondo ético y moral que él mismo se encargó de expresar. En el prólogo a una Antología Poética de Lugones, Jorge Luis Borges asegura: “Vencedora la revolución militar de 1930, Uriburu le ofreció la dirección de la Biblioteca Nacional, cargo que él habría honrado. Lugones lo rehusó, alegando que el amor de la patria lo había llevado a participar en la revolución y que, por consiguiente, no podía aceptar de su triunfo un beneficio personal.” 
En estas breves líneas, lo que se busca es recordar al autor de Las Fuerzas extrañas en toda su complejidad, sin caer en las simplificadoras y vacías etiquetas que suelen brindar las canonizaciones.
Lugones pasó sus primeros años en el campo. Sus vivencias y correrías infantiles allí dejarían una marca permanente en su vida adulta. A los 12 años es enviado al tradicional colegio Nacional de Monserrat de la capital cordobesa. Por ese entonces, traza sus primeros versos y crece su afición por la lectura. A los 16 años, inicia su carrera periodística en el periódico La Libertad. Por ese entonces, simpatizaba con las ideas anarquistas y, al poco tiempo, publica sus primeras composiciones con el pseudónimo de Gil Paz. A los 20, se traslada a la Buenos Aires e ingresa en la redacción de El Tiempo. Allí traba amistad con Rubén Darío, el poeta nicaragüense y máximo representante del modernismo latinoamericano. Lugones pasaría a la historia como el gran poeta modernista del Río de la Plata. En 1909, le dedicaría a Darío su Lunario Sentimental. Afiliado al Partido Socialista, junto con José Ingenieros, fue la pluma irreverente en el periódico partidario, La Montaña. En 1987, cuando publicó su primer libro de versos. En ese mismo año, nace su único hijo, Leopoldo, futuro creador de la picana eléctrica y jefe de la policía durante la década infame. Su nieta, Pirí Lugones, fue integrante de Montoneros, y es una de los 30 mil desaparecidos por la última dictadura genocida. Pirí solía presentarse como “nieta del poeta, hija del torturador”. En la saga de los Lugones, se reflejan el drama, los desencuentros y la violencia que atravesaron a la propia clase dominante argentina desde 1930. Desencantado con la política argentina, insatisfecho por su tarea en una biografía de Roca en la que no podía avanzar y sacudido por una infidelidad, Leopoldo Lugones decide terminar con su vida en una isla del Delta, en 1938.<
romi

martes, 12 de junio de 2012

Murió el escritor argentino Héctor Bianciotti


El escritor argentino Héctor Bianciotti falleció ayer en un hospital de la ciudad de París - lugar donde se radicó en 1961- víctima de una larga enfermedad casi solo y en la miseria, según las primeras noticias recibidas a través de un allegado a la familia.
"Mi tío Héctor se fue de viaje", dijo por Facebook Alicia Bianciotti, sin agregar ningún comentario.
Nacido en Córdoba e hijo de una familia de piamonteses, arraigados en la pampa argentina, el escritor ingresó al seminario a los 12 años.
Pocos años después comenzó con el estudio del francés, idioma que afianzó ya en París -luego de un periplo por Italia y España, cuando trabajó en la editorial Gallimard, como periodista cultural en Le Nouvel Observateur y crítico literario en Le Monde.
Por esa época escribía en español pero a partir de 1982 que recibió la ciudadanía francesa decidió hacerlo en francés.
Al año siguiente recibió en Francia el premio al mejor libro extranjero; el título de oficial de la Legión de Honor y de la Orden del Mérito. Ya había sido galardonado con el Premio Medicis en 1977, concedido a autores poco conocidos. En 1985 recibió el Premio Femina y en 1993 el Príncipe Pierre de Monaco.
En 1968 se dio a conocer con la novela "Los desiertos dorados" y luego publicó "Detrás del rostro que nos mira" (1971), "Ritual" (1973), "Los otros, una noche de verano" (1974), "La busca del jardín" (1977), "El amor no es amado" (1983), "Sin la misericordia de Cristo" (1985), "Lo que la noche le cuenta al día" (1992), "El paso tan lento del amor" (1995) y "Como la huella del pájaro en el aire" (1999)..

romi

martes, 29 de mayo de 2012

Alfonsina Storni, aniversario de su nacimiento

Nace el 29 de mayo de 1892 en Suiza… Ella… Alfonsina Storni, una mujer “dispuesta a todo” tal cual el significado de su nombre.
La poeta estudió la carrera de maestra rural en Coronda, y allí recibió su título profesional. Adquirió un lugar sobresaliente en la comunidad escolar, consiguió un puesto de maestra y se vinculó a dos revistas literarias, “Mundo Rosarino” y “Monos y Monadas”. Allí aparecieron sus poemas durante todo ese año, y si bien no hay testimonio de ellos, sí se sabe de otros publicados al año siguiente en “Mundo Argentino”, y que tienen resonancias hispánicas.
Poeta en Buenos Aires
Al terminar el año de 1911, decidió trasladarse a Buenos Aires. «En su maleta traía pobre y escasa ropa, unos libros de Darío y sus versos». Así, con nostalgia, evocó su hijo Alejandro la llegada. Pobre equipaje para enfrentarse con una ciudad que estaba abierta al mundo, con las expectativas puestas en esa inmigración que traería nuevas manos para producir y nuevas formas de convivencia. El nacimiento de su hijo Alejandro, el 21 de abril de 1912, definió en su vida una actitud de mujer que se enfrenta sola a sus decisiones. Trabajó como cajera en la tienda «A la ciudad de México», en Florida y Sarmiento. También en la revista Caras y Caretas.
Su primer libro, La inquietud del rosal, publicado con grandes dificultades económicas, apareció en 1916. En un homenaje al novelista Manuel Gálvez, por primera vez en Buenos Aires, en esta clase de reuniones, aparece Alfonsina recitando con aplomo sus propios versos. En junio de 1916, aparece en Mundo Argentino un poema titulado «Versos otoñales». Aunque los versos fueron apenas aceptables, sorprendió su capacidad de mirarse por dentro, que por entonces no era común en los poetas de su generación.
“Al mirar mis mejillas, que ayer estaban rojas
He sentido el otoño; sus achaques de viejo
Me han llenado de miedo; me ha contado el espejo
Que nieva en mis cabellos mientras caen las hojas”.
Hoy, en un nuevo aniversario por su nacimiento, comparto un poema de Alfonsina
La caricia perdida
Se me va de los dedos la caricia sin causa,
se me va de los dedos… En el viento, al rodar,
la caricia que vaga sin destino ni objeto,
la caricia perdida, ¿quién la recogerá?
Pude amar esta noche con piedad infinita,
pude amar al primero que acertara a llegar.
Nadie llega. Están solos los floridos senderos.
La caricia perdida, rodará… rodará…
Si en el viento te llaman esta noche, viajero,
si estremece las ramas un dulce suspirar,
si te oprime los dedos una mano pequeña
que te toma y te deja, que te logra y se va.
Si no ves esa mano, ni la boca que besa,
si es el aire quien teje la ilusión de llamar,
oh, viajero, que tienes como el cielo los ojos,
en el viento fundida, ¿me reconocerás?
romi