sábado, 28 de mayo de 2011

Caracteres de la literatura entre 1800 y 1830, La época de Mayo

El 25 de Mayo de 1810, fecha que marca el surgimiento de nuestra nacionalidad, no produjo cambios literarios de importancia y a pesar del derrumbe politico del vetusto edificio colonial, los elementos culturales trasplantados por los españoles continuarían por largos años ejerciendo poderosa influencia en nuestro medio.
Escribió Guillermo Ara: “La literatura argentina —lo que así se llamaría después— nació colonial y constituyó, hasta el primer cuarto del siglo XIX, una parcela del orbe español, afirmado en América desde la conquista. El problema de una independencia cultural no se planteó entre nosotros en los términos de urgencia y afirmación que caracterizaron la ruptura de vinculos políticos con España.”
La penetración espiritual española se prolongará hasta 1830 y las dos primeras décadas del período patrio, a pesar de los cambios políticos y jurídicos propios del surgimiento de una nueva nación, ofrecen en materia literaria una visible continuidad de rasgos. Existió un intento por una libertad mental —que no llegó a concretarse— mediante una temática que puede considerarse argentina. Fue un nuevo sentimiento que inspiró a nuestros escritores y que fray Cayetano Rodríguez ha sintetizado en una frase feliz: La patria es una nueva musa que nos influye divinamente.
En la época de Mayo alcanza mayor importancia el género gauchesco escrito —iniciado anteriormente en las últimas décadas del siglo XVIII— con los cielitos y diálogos del poeta Bartolomé Hidalgo,cuyos versos exaltaron el sentimiento patriótico y el triunfo de las armas independientes .
Los géneros cultivados en este período, lírico, épico y dramático, no alcanzaron auténtica personalidad, y las obras prosiguen al igual que en los ultirnos años del dominio español, dentro de un esquemaneoclásico y barroco, con afectada retórica y citas mitológicas.
La poesía patriótica circuló manuscrita, o bien en periódicos o fue recitada en las tertulias familiares. Sus autores, en gran mayoría improvisados, imitaron no sólo a los clásicos latinos Virgilio y Horacio, sino a los antiguos españoles Góngora, Calderón y otros contemporáneos de la época revolucionaria, como Álvarez de Cíenfuegos y Manuel Quintana.
En materia de nuevas corrientes ideológicas, desde los últimos años del período hispánico, se notó en el ámbito virreinal la aparición del pensamiento ilustrado difundido por los enciclopedistas franceses del siglo XVIII. Las ideas liberales antimonárquicas, que propiciaban una profunda trasformación, prepararon el ambiente revolucionario.
Entre los filósofos políticos franceses, el que más influencia ejerció en nuestro medio fue Juan Jacobo Rousseau por medio del Contrato Social. En el aspecto económico, las escuelas fisiócrata y liberal, que trataron de demostrar la preeminencia de la agricultura en la distribución de la riqueza, contaron con el apoyo del abogado y militar Manuel Belgrano, cuando éste ocupó el cargo de secretario del Consulado de Buenos Aires. Las nuevas ideas sobre la importancia de la naturaleza se advierten en la inspiración virgiliana, característica de la poesía en la época de Mayo.
Las generaciones literarias
En el período que nos ocupa, se distinguen dos generaciones literarias, educadas ambas bajo la influencia teológica y humanística colonial, con algunas infiltraciones liberales procedentes de los enciclopedistas franceses.
En la primera generación, que actuó en pleno período revolucionario, figuran fray Cayetano Rodríguez (1761-1823); Vicente López y Planes (1785-1856); José Agustín Molina (1773-1838); Esteban de Luca (1786-1824) y Bartolomé Hidalgo (1788-1823). Estos hombres expresaron por medio de una literatura ocasional sus ideales favorables a la causa independiente. No llegaron a publicar libros y su inspiración patriótica se conoce por humildes periódicos u hojas sueltas, salvados del olvido por Ramón Díaz, que recopiló ese material disperso en La Lira Argentina. Esta primera antología con obras del período revolucionario fue editada en París, el año 1824.
Según consta en el subtítulo, fue una colección de las piezas poéticas dadas a luz en Buenos Aires durante la guerra de la Independencia. Se inicia con la Marcha Patriótica o Himno Nacional y la última poesía es “El triunfo argentino”, también de Vicente López y Planes.
Ramón Díaz fue un desinteresado compilador, que por modestia mantuvo el anónimo, al igual que la mayor parte de las obras en verso, cuyos autores fueron individualizados por estudios posteriores. Esta colección tiene mayor valor histórico y cívico que literario.
Del período rivadaviano y semejante en su contenido a La Lira fue la Colección de poesías patrióticas, obra que ocupó un volumen de trescientas cincuenta y tres páginas, sin portada ni índice, impresa en 1826.
En la prosa se incluyen los denominados publicistas de la Revolución de Mayo, entre los cuales cabe citar a Mariano Moreno por sus escritos políticos y jurídicos, Bernardo Monteagudo por sus páginas de carácter politico, Manuel Belgrano en mérito a sus ideas económicas, Ignacio Gorriti por su prédica republicana, y el deán Gregorio Funes debido a sus ensayos históricos.
Los trabajos literarios del jurisconsulto y estadista Mariano Moreno (1778-1811) pueden dividirse en Escritos forenses, redactados entre 1802 —cuando se graduó en Chuquisaca— y 1810, año en que se incorporó a la Junta Revolucionaria, y los Escritos políticos, desde el comienzo de su actuación pública hasta su muerte.
Bernardo Monteagudo (1787-1825), patriota de la Independencia, sus escritos fueron agrupados en seis libros, a saber: 1°) Memoria política; 2°) Ensayos sobre una federación americana; 3°) Propaganda revolucionaria; 4°) Exposición de tareas; 5°) Discursos patrióticos, y ó°) Epistolario.
El sacerdote Juan Ignacio Gorriti (1767-1842) escribió un libro titulado Reflexiones, en el cual estudia principios filosóficos (la metafísica cristiana); sistemas políticos (la organización republicana), y la educación popular.
La actividad de los escritores pertenecientes a la primera promoción se vio perjudicada por una serie de problemas derivados de la caída del régimen hispánico y de las luchas contra los españoles.
Aunque superada en parte esta etapa, los integrantes de la segunda generación literaria tampoco pudieron cumplir su cometido en un ambiente favorable, debido a la enconada lucha interna entre el grupo dirigente de Buenos Aires y los caudillos del interior.
Estos escritores, de tendencia liberal y partidarios del centralismo porteño, fueron denominados por Sarmiento los unitarios del año 1825.
Entre ellos podemos citar a Juan Cruz Varela, Manuel Belgrano — homónimo del prócer y su sobrino—, Juan Crisóstomo Lafinur y Florencio Varela, hermano de Juan Cruz.
Las sociedades culturales y literarias
Entre 1810 y 1830 surgieron en Buenos Aires algunas sociedades literarias y culturales, a imitación de las que abrieron sus puertas en Europa, por consecuencia de los movimientos liberales. En nuestro medio, su acción en fomento de las actividades del pensamiento fue muy relativa y su antecedente en tiempos de la dominación española lo constituyó la Sociedad Patriótica Literaria y Económica, debido a la iniciativa del abogado, militar y escritor Antonio Cabello y Mesa.
A comienzos de marzo de 1811, los morenistas —que formaban una minoría intelectual— decidieron “reanimar el espiritu amortiguado de la Revolución” e ilustrar al pueblo sobre la necesidad de un cambio en la dirección gubernativa. Con este propósito, formaron un centro que llamaron Sociedad Patriótica y cuyo lugar de reunión fue el café de Marcos, frente a la iglesia de San Ignacio (hoy Bolívar y Alsina), donde —en medio de la discusión politica— se leían trabajos literarios. Entre sus miembros figuraban Bernardo Monteagudo —que empuñó la pluma para polemizar con Pazos Silva—, el doctor Pedro Agrelo, que utilizaba las páginas de la “Gazeta” para su prédica renovadora, Julián Álvarez, dirigente de una logia masónica, Agustín Donado, Francisco Seguí y los militares Domingo French yFlorencio Terrada.
En julio de 1817 y por iniciativa del Director Supremo, Juan Martín de Pueyrredón, se fundó la Sociedad del Buen Gusto del Teatro, entidad que se propuso hacer de las representaciones escénicas un medio de cultura social y literaria. La integraron importantes hombres de letras de aquella época, entre ellos Vicente López y Planes, Esteban de Luca, Ignacio Núñez, Juan Ramón Rojas, Juan Crisóstomo Lafinur y otros.
Cuando en 1821 Bernardino Rivadavia ocupó el gobierno de la provincia de Buenos Aires, con el cargo de ministro, inició desde ese momento una tarea de adelanto material y cultural, que se prolongaría por varios años. Surgieron nuevos organismos e instituciones destinadas a fomentar la labor del intelecto, entre ellas la Sociedad Amigos del País, que abrió sus puertas en 1822 y, a pesar de su efímera existencia, publicó el periódico “El Ambigú de Buenos Aires”.
Al año siguiente fue creada la Sociedad Literaria, en casa de Julián Segundo de Agüero —designado presidente— y que contó en sus filas con destacadas figuras de la época, como Ignacio Núñez, Esteban de Luca, Antonio Sáenz, Manuel Moreno, Francisco Cosme Argerich y otros. El organismo, que cesó en junio de 1824, brindó su apoyo a todos las manifestaciones intelectuales y dio a publicidad al periódico titulado “El Argos de Buenos Aires” y la revista mensual “La Abeja Argentina”. Ambos trataban de temas literarios, políticos y científicos, y suministraban información general.
Otra corporación de la época que, a pesar de sus objetivos de fomento cultural y literario, se reunió clandestinamente, fue la Sociedad Valeper de Buenos Aires, que sólo funcionó un año (18211822). De ella formaron parte Juan Crisóstomo Lafinur, Diego Alcorta, Manuel Belgrano (sobrino del prócer), Angel Saravia y otros.

romi

martes, 24 de mayo de 2011

Torre de Babel con libros

Una gigantesca espiral de 25 metros de altura formada por 30.000 libros de todas las lenguas componen la fantástica Torre de Babel que creó la artista Marta Minujin y que puede verse desde el sábado enclavada en una plaza del centro de Buenos Aires.
Una gigantesca espiral de 25 metros de altura formada por 30.000 libros de todas las lenguas componen la fantástica Torre de Babel que creó la artista argentina Marta Minujin y que puede verse desde el sábado enclavada en una plaza del centro de Buenos Aires.


"La idea es unificar todas las razas a través del libro", explicó la artista sobre su monumental obra que fué inaugurada el miércoles pasado y 'existirá' hasta fines de mayo cuando los ejemplares sean entregados al público o donados a bibliotecas populares de la capital argentina.
Enclavada en la Plaza San Martín, en el centro de Buenos Aires, la mole literaria está dispuesta en forma de un enorme espiral y fue creada en ocasión de la designación de Buenos Aires como Capital Mundial del Libro 2011 por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
Desde el jueves, la víspera de su inauguración oficial, podrá recorrerse en forma gratuita en grupos de a cien visitantes que al adentrarse en la torre de siete pisos escucharán una banda sonora creada por Minujin en base a la palabra 'libro' pronunciada en todos los idiomas.
Casi la mitad de los ejemplares que sirven de ladrillos a la torre fueron donados por medio centenar de embajadas, pero otro tanto surgió del aporte solidario de miles de personas que donaron libros mediante una campaña pública.

El último día de la muestra, el 28 de mayo, los visitantes podrán elegir un libro en el idioma que prefieran y llevárselo. El resto será catalogado y conformará la primera biblioteca multilingüe de la ciudad.
"Se armará una Biblioteca de Babel con ejemplares en muchos idiomas y dialectos que quedará por siempre como una forma de esparcir la creatividad y cultura de todos los pueblos del mundo", dijo Minujin.

En la base de la Torre pueden verse, entre otros, ejemplares de literatura, historia, geografía de todo el mundo, mientras el primero y segundo nivel está reservado a obras de América, el tercero y el cuarto a Europa y el quinto y sexto a Asia, dijeron los organizadores.
Definida por la artista como "una obra de participación masiva", esta Torre de Babel remite a otra célebre creación de Minujin, el Partenón de Libros, una monumental obra que construyó en 1983 en Buenos Aires con títulos prohibidos durante la última dictadura militar (1976-83).
Pero a diferencia de aquélla, en esta ocasión la artista se propone ya no una reflexión sobre la censura sino una metáfora para "unificar todas las razas a través del libro", según explicó.

Foto de la torre con  vista a Plaza San Martin ,
"El arte no tiene idioma" es la filosofía de esta artista célebre por sus puestas 'habitables' construidas con materiales descartables, colchones, alimentos o botellas que invitan al público a meterse dentro de la obra.
Graduada en Bellas Artes en Buenos Aires, Minujín fue pionera del mayor movimiento artístico de los años 60, el Instituto Di Tella, desde donde presentó desopilantes y transgresoras obras que invitaban al público a "revolcarse y vivir" el arte para cumplir con el propósito de Minujin de unir arte y vida.


romi

PD/ Estuve visitando la torre, es muy impresionante, para visitarla tuve que anotarme pues se sube de a pocas personas, , y el último día iré abuscar un libro que me gustó de literatura, si pueden visiten este evento esta buenisimo.Acá les dejo las fotos que saqué el día que fuí a visitar la torre de Babel. Pueden clickear las fotos y se ven en tamaño más grande.







jueves, 19 de mayo de 2011

Un poeta (Des) Conocido: Ángel González

Hoy lei unos  poemas que me han estremecido, como hace tiempo no me sucedía. buscando temas en la red, me encontré  un poeta español llamado Angel González , Seguí leyendo, hasta que me encontré con unos de sus poemas y me parecieron maravillosos en su inmensa humanidad. .....

Reseña biográfica

Poeta, catedrático y ensayista español nacido en Oviedo en 1922.
Su poesía, llena de contrastes, discurre entre lo efímero y lo eterno, características que llevan al lector
a divagar y soñar en los temas del amor y de la vida.
Fue maestro nacional, licenciado en Derecho por la Universidad de Oviedo y periodista por la Escuela Oficial
de Periodismo de Madrid. Enseñó Literatura Española Contemporánea en la Universidad de Alburquerque, USA,
habiendo sido profesor visitante en las de Nuevo México, Utah, Maryland y Texas.
Miembro de la Real Academia Española, fue galardonado, entre otros, con el Premio Antonio Machado en 1962,
el Premio Príncipe de Asturias en 1985, el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 1996 y el Primer Premio
Internacional de Poesía Ciudad de Granada en el año 2004.
De su obra se destacan los títulos: "Áspero mundo" 1955 , "Sin esperanza, con convencimiento"1961, "Grado elemental"
en 1961, "Tratado de urbanismo" 1967, "Breves acotaciones para unabiografía" 1971, "Prosemas o menos" 1983,
"Deixis de un fantasma" 1992 y su último libro,"Otoño y otras luces" 2001.
Falleció en Madrid el 12 de enero de 2008. ©
Aquí, les dejo uno de sus bellos poemas.....

Me basta así
Si yo fuera Dios
y tuviese el secreto,
haría
un ser exacto a ti;
lo probaría
(a la manera de los panaderos
cuando prueban el pan, es decir:
con la boca),
y si ese sabor fuese
igual al tuyo, o sea
tu mismo olor, y tu manera
de sonreír,
y de guardar silencio,
y de estrechar mi mano estrictamente,
y de besarnos sin hacernos daño
-de esto sí estoy seguro: pongo
tanta atención cuando te beso;
entonces,
si yo fuese Dios,
podría repetirte y repetirte,
siempre la misma y siempre diferente,
sin cansarme jamás del juego idéntico,
sin desdeñar tampoco la que fuiste
por la que ibas a ser dentro de nada;
ya no sé si me explico, pero quiero
aclarar que si yo fuese
Dios, haría
lo posible por ser Ángel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
a que te crees tú misma cada día,
a que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia
luz, y corras
la cortina impalpable que separa
el sueño de la vida,
resucitándome con tu palabra,
Lázaro alegre,
yo,
mojado todavía
de sombras y pereza,
sorprendido y absorto
en la contemplación de todo aquello
que, en unión de mí mismo,
recuperas y salvas, mueves, dejas
abandonado cuando -luego- callas...
(Escucho tu silencio.
Oigo
constelaciones: existes.
Creo en ti.
Eres.
Me basta.

Angel González 

Muchas veces leemos versos en los que el poeta canta las virtudes de su amada y describe su amor pasional hacia ella, pero muy pocas hemos podido reflexionar sobre un amor que crece cada día, un amor dedicado no sólo a las cualidades de la destinataria sino también a los pequeños detalles insignificantes e incluso también a ciertos defectitos; un amor cotidiano, sin sobresaltos; un amor que se sustenta en la compañía del otro, de forma monótona a veces, pero nunca aburrida y siempre diferente; un amor que, simplemente, da vida a la vida.
romi




domingo, 15 de mayo de 2011

La Patagonia: El dilatado territorio de los mitos, la literatura y la imaginación

"De Dante a los pueblos originarios fueguinos, de Herman Melville y su ballena blanca a Bruce Chatwin, el Sur ha sido siempre el escenario predilecto de creadores con espíritu aventurero, amantes del viento y la inmensidad".

En la Constelación del Cisne una estrella gira tan rápido que no deja escapar la luz: brilla por dentro y es invisible desde afuera. Y en Titán, una luna de Saturno, los volcanes lanzan amoníaco sobre mares de color bermellón.
Pero al sur de la Patagonia hay sitios donde la belleza no es menos prodigiosa y sobre eso dieron testimonio tanto la literatura mundial como los mitos de los pueblos originarios.
Los pitagóricos (matemáticos, artistas, poetas) creían que la Tierra del Fuego era el extremo norte de la Antártida y la llamaban Antichton: antitierra. Esa zona, en el medioevo, era calificada como Terra Australis Incognita (o “Nieblas”), y los mapas la ilustraban con sirenas y gorgonas.
Esas regiones eran las antípodas del mundo, donde la nieve caía de abajo hacia arriba y los árboles elevaban al cielo sus raíces y hundían sus copas en la tierra.


Tierra del Fuego-Argentina
  Exactamente en esa zona, Dante Alighieri (Canto XXVI del Infierno hace morir carbonizado a Ulises en el Antártico (anti-Ártico), y en una cumbre glacial a la que sólo puede imaginarse como de hielo en llamaradas. Pero en el mismo sitio, entre la Tierra del Fuego y la Antártida, en el Canal de Beagle (antes Onachaga: Canal de los Onas), los antiguos fueguinos creían que empezaba el mundo y no que terminaba. Porque desde ahí, en las horas soleadas, podían ver “la raíz del Universo”, o sea, la Isla de los Estados.
Para llegar al origen del mundo (según los pueblos haush y selk’nam), era necesario cruzar el tempestuoso estrecho de Le Maire, donde chocan el Pacífico y el Atlántico. Estos fueguinos (no menos creativos que Dante) aseguraban que allí había ocurrido una siniestra pelea entre dos grandes chamanes, Kox (el mar) y Shénu (el viento).
A la antropóloga Anne Chap-man, recientemente fallecida, los últimos nativos le contaron que el viento ganó la lucha, pero que el enfrentamiento continua y que, por eso, en el estrecho de Le Maire, imperan los naufragios (efectivamente, en esas aguas el viento y las olas van en dirección opuesta).
La tradición de los antiguos asegura además que, en el pasado más lejano, había nacido entre ellos la nativa más hermosa, llamada Jáius. Pero, como nada es perfecto, la muchacha era tercamente soltera. Y pasó lo previsible: tan bella y tan distante, terminó por convertirse en la misteriosa Isla de los Estados.
Al visitarla en 2000, luego de trepar durante horas en el apostadero naval de Puerto Parry, pude ver a Jáius, en toda su belleza y en todo su aislamiento, entre canelos florecidos, helechos, guindos (árbol medicinal para la cura del escorbuto), calafates de color violeta y frutillas salvajes (rubus geoides). Caía un interminable chorro de agua sobre un inmenso lago azul, que aún no tenía nombre y que brillaba, en la cumbre, a 800 metros de altura. Y allá abajo, entre las montañas de piedra, se abría una piscina natural, con agua transparente, en cuyo fondo podía verse cómo caminaban las centollas.
La Isla de los Estados es la única que no reclama ningún otro país y pertenece indiscutidamente a la Argentina. Pero, sin embargo, la hermosa Jáius sigue sola, casi olvidada, sin convocar el amor y la presencia de los argentinos.
LITERATURAS. Surcando estos mares, Herman Melville persiguió a la ballena blanca y se llenó los ojos con el albatros (ave del fin del mundo).
Fue aquí donde Charles Darwin, a los 22 años, nació a la ciencia y luego, al recordarlo ya anciano, escribió: “Al evocar mi pasado veo la Patagonia... Y al igual que otros pienso en por qué, esos áridos desiertos, echaron tan profundas raíces en la memoria.”
Hasta la misma palabra Patagonia se hunde en el origen de la literatura. Porque hemos aceptado que el término lo usó, por primera vez, la tripulación de Hernando de Magallanes (1520) al descubrir las huellas de grandes pies en la arena (seguramente no eran pies grandes, sino que estaban envueltos en pieles por el frío).
Pero, sin embargo, para Bruce Chatwin, autor de Patagonia (Londres, 1977), un libro de crónicas tan bellas como inescrupulosas, la palabra es usada en la novela de caballería Primaleón de Grecia. La misma palabra –Patagón– señala a un monstruo con cabeza de perro, en el Amadís de Gaula, romance español del siglo XVI.
Guillermo Hudson nació en Quilmes y a los 33 años se radicó en Inglaterra, donde no hizo más que escribir sobre la Argentina y la Patagonia. Su aporte principal, tal vez, es haber llevado la ternura a nuestra literatura: su obra está llena de niños, de hombres duros que aflojan ante la muerte de un caballo y de gauchos que se emocionan al ver volar un panadero de cardo: “De poder vivir sin agua, como los pocos animales que allí había, me hubiera convertido en un ermitaño feliz en la Patagonia”, escribió el autor de Allá lejos y hace tiempo.
La Patagonia es el lugar admirado por los viajeros ingleses Francis Bon Head, Georges Musters y Olaf Stapledon quien, en Last and First Men (Primera y última humanidad), imaginó un mundo agonizante que sobrevivía fundando un imperio al sur de Bahía Blanca.
Es también una región de genocidios y de injusticias, que pueden ser sintetizadas por un párrafo de Osvaldo Bayer (La Patagonia rebelde): “En la estancia La Anita, frente al paisaje más maravilloso del mundo, se les iba a hacer clavar las guampas a los ácratas extranjeros y a los culos rotos chilenos. El ‘ahora van a ver’ del comandante Varela se iba a cumplir con dureza. Porque un tiro en la cabeza no es labor de señoritas, hay que ensuciarse, hay que chapalear sangre caliente.”
Y es una región de entrega y generosidad: el perito Francisco Moreno, que descubrió gran parte de ese territorio, escribió poco antes de morir: “Yo, que he dado 1800 leguas a mi patria, no dejo a mis hijos un metro de tierra en donde sepultar mis cenizas.”
Charles Baudelaire, que lo tradujo al francés, veneraba a Edgar Allan Poe, al punto de rezar todas las noches por el alma del poeta y de escribir su biografia. En esa obra hizo referencia a los cuatro años (1825-1829) sobre los cuales no se tienen datos de Poe. Y creyó descubrir que el autor de “El Cuervo” se embarcó rumbo a los mares del sur americano. En Las aventuras de Arthur Gordon Pym, única novela de Poe, el protagonista viaja en un ballenero, sufre motines y termina naufragando en los hielos antárticos.
PATAGONIA. En el extremo sur de la patria, la literatura se despoja de su carácter de libro y es tan bellamente enceguecedora que hasta podría leerse con las manos. En sus islas, donde las mujeres kawesqar, para pescar, usaban sedales trenzados con sus propios cabellos, confluyeron pueblos originarios, presos, héroes, corsarios, escritores, náufragos y dementes.
Escribió James Weddell (descubridor de las Islas Orcadas y del mar que lleva su apellido) que, al ver por primera a los nativos, un pastor descendió del barco, Biblia en mano. Y ante el asombro de los indios empezó a leerles un versículo en voz alta y ellos, lejos de huir, lo rodearon solemnes.
Hasta que en un momento un nativo se le acercó, le sacó el libro de las manos, se lo llevó a la oreja para escucharlo y, diciendo que no con la cabeza, se lo devolvió.
Pero si para unos pueblos la Isla de los Estados era Jáius, la empecinada soltera, para otros fueguinos era Chuani-sin (lugar donde abunda la comida) y pude verificar, de manera personal, la justicia de ese nombre.
Con el fallecido Aníbal Ford y el antropólogo Carlos Masotta, en el año 2000, descendimos en la isla para visitar el Faro del Fin del Mundo. El barco de la armada que nos había llevado debía volver en cuatro horas. Pasaron seis y, cuando tuvimos hambre, el marino que nos guiaba, se hundió en el océano helado (con su traje especial) y trajo unos mejillones gigantes y sanos (los asó allí mismo), pan de indio (hongo muy sabroso), apio austral (que rebosa de vitamina C) y frutitas del bosque (saben como cerezas).
Eso fue en San Juan de Salvamento, al noroeste de la isla, donde se encuentra una réplica del faro que inspiró la obra de Julio Verne (editada en 1905), aunque él nunca estuvo en la isla. La reconocida imaginación de Verne quiso puntualizar que el faro había sido creado por el capitán Lafayette, al mando de un buque de guerra argentino, y que (siempre en la novela) se mantuvo a cargo de tres fareros llamados Vázquez, Felipe y Moriz.
Pero debe aclararse que el verdadero faro no es “una torre de 32 metros”, sino una réplica de construcción octogonal, de madera, en cuyo interior encontramos un cuaderno en que cada uno de nosotros escribió un mensaje.
Después de rodear la isla y encontrar a cada paso huellas de naufragios, un melancólico atardecer descendimos en Puerto Cook, donde entre 1899 y 1902 estuvo el presidio, que luego se trasladó a Ushuaia.
Sobre una pared en ruinas, carcomido por el tiempo y la naturaleza, pudimos leer apenas un letrero, en varios idiomas: “Aviso: Se ruega a los señores náufragos u otros que usen esta casa, la cuiden y gasten sólo los víveres necesarios para su sustento... 1º de enero de 1896.”
Fue en ese lugar donde recibí, otra vez durante el viaje y en medio del rugido ensordecedor del viento, el recuerdo de uno de los poemas más hermosos de la lengua francesa: El Cementerio Marino, de Paul Valéry (“Entre pinos y tumbas, el mar, que siempre recomienza”). Porque frente a la costa, bajo el viento antártico, vimos los restos de un cementerio, en cuyo frente había una escultura de bronce de la Virgen Stella Maris, patrona de los marinos.
Están allí los restos de presos y de guardias. La primera tumba es de un soldado llamado Carrasco, que en estado de ebriedad mató a un oficial, huyó en un motín, naufragó y murió.
Pero la más patética, rodeada por un breve cerco, es la del capitán Paine y su joven esposa. Naufragaron con el buque de pasajeros Swanilda, el 28 de marzo de 1910, cuando iban en viaje de bodas, y es por eso que la joven fue enterrada con su vestido de casamiento y todas sus joyas.
Por Luis Frontera

romi

PD/Comparto con uds este interesante relato de la Patagonia.

viernes, 13 de mayo de 2011

Mi poema Favorito: Yo Canto Lo Que Tú Amabas...



Yo canto lo que tú amabas, vida mía,
por si te acercas y escuchas, vida mía,
por si te acuerdas del mundo que viviste,
al atardecer yo canto, sombra mía.
Yo no quiero enmudecer, vida mía.
¿Cómo sin mi grito fiel me hallarías?
¿Cuál señal, cuál me declara, vida mía?
Soy la misma que fue tuya, vida mía.
Ni lenta ni trascordada ni perdida.
Acude al anochecer, vida mía;
ven recordando un canto, vida mía,
si la canción reconoces de aprendida
y si mi nombre recuerdas todavía.
Te espero sin plazo ni tiempo.
No temas noche, neblina ni aguacero.
Acude con sendero o sin sendero.
Llámame a donde tú eres, alma mía,
y marcha recto hacia mí, compañero.
Gabriela Mistral

Breve biografía
(Vicuña 1889 - Nueva York 1957)

Lucila Godoy, llamada Gabriela Mistral (conocida mejor como Gabriela Mistral), escritora chilena. Hija de un maestro rural, que abandonó el hogar a los tres años del nacimiento de Gabriela, la muchacha tuvo una niñez difícil en uno de los parajes más desolados de Chile. A los 15 años publicó sus primeros versos en la prensa local, y empezó a estudiar para maestra. En 1906 se enamoró de un modesto empleado de ferrocarriles, Romelio Ureta, que, por causas desconocidas, se suicidó al poco tiempo; de la enorme impresión que le causó aquella pérdida surgieron sus primeros versos importantes. En 1910 obtuvo el título de maestra en Santiago, y cuatro años después se produjo su consagración poética en los juegos florales de la capital de Chile; los versos ganadores- Los sonetos de la muerte- pertenecen a su libro Desolación (1922), que publicaría el instituto de las Españas de Nueva York. En 1925 dejó la enseñanza, y, tras actuar como representante de Chile en el Instituto de cooperación intelectual de la S.D.N., fue cónsul en Nápoles y en Lisboa. Vuelta a su patria colaboró decisivamente en la campaña electoral del Frente popular (1938), que llevó a la presidencia de la república a su amigo de juventud P. Aguirre Cerda. En 1945 recibió el premio Nobel de literatura; viajó por todo el mundo, y en 1951 recogió en su país el premio nacional.

romi





viernes, 6 de mayo de 2011

El tango y la literatura : Homero Manzi

Creo que el tango, es más analizado y estudiado desde la música, pero, en cuanto a los aspectos literarios,  se  recuerda poco  a los poetas (que publicaron y compusieron poemarios, cuyos textos se convirtieron en tangos y viceversa, como los de Celedonio Flores o Enrique Cadícamo), ni se atiende a los recursos estilísticos, desde los juegos de palabras o los paralelismos hasta las metáforas o los símiles. Ciertamente, «El tango tiene orígenes anónimos, de aluvión y mixtura» y que sus primeros pasos los dio en ambientes prostibularios, pero a partir de 1880 comenzaría a salir de dichos ámbitos, ganando espacios más «decentes», hasta acabar en el cabaré, el Teatro Nacional (Carlos Gardel cantó Mi noche triste ante un público de alta sociedad argentina en 1917) y en la radio de todas las casas, especialmente, lejos de sus orígenes, en la «buena sociedad».
Al mismo tiempo que el tango consigue salir de la oscuridad de los burdeles, sus letras se acercan a un fin estilístico y poético, llegando al punto de hallar algunas letras llenas de imágenes arriesgadas, difíciles de entender para su público:
Fui como una lluvia de cenizas y fatigas
en las horas resignadas de tu vida.
No podemos dejar de decir que el modernismo influyó mucho en la elaboración de las letras y que el mismísimo Rubén Darío aparece citado en ellas :
Y tú me pedías que te recitara
esta Sonatina que soñó Rubén:
La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa?
 y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor.

Hacia mediados de los años 20, los músicos conocen la escritura y la mayoría tienen una formación académica ; de igual modo, los letristas ya no son «escritores de teatro o periodistas atraídos por  el tango cantado, ni son bohemios Son intelectuales de formación escolástica». Todo este proceso surge, no sólo como un proceso de hacer literario el tango, sino también como un proceso de «adecentamiento» del mismo.
Si queremos tratar la literatura del tango, es preciso y necesario el nombre de Homero Manzi, como el poeta más relevante del tango literario. Para realizar un esbozo biográfico, distinguimos entre el hombre y el poeta. El primero, por un lado, nació en 1907 en una pequeña población, Añatuya (en la provincia Santiago del Estero), con el nombre de Homero Nicolás Manzione . Por otro lado, el poeta, cuyos versos se publicaron en revistas durante los años 20 del siglo pasado, escribió su primer tango importante en 1926 titulado Viejo ciego, premiado en el concurso de la revista «El alma que canta» . Además de casi doscientos tangos, escribió varias milongas y valses, guiones cinematográficos (entre las que destacan La guerra gaucha y Pampa bárbara), varias críticas y audiciones radiofónicas y una obra de teatro; Y estuvo creando hasta 1951, año en que su corazón le falló.
La historia del tango lo encuadra en los años 40, como uno de los máximos exponentes del tango literario ; ya que, limitado por la política, la gloria le llegó con el cancionero popular que hizo crecer con sus letras. De casi doscientas letras, destacan las famosas Malena (con música de Maffia), Sur (música de Troilo) y Barrio de tango (Troilo), y las sobresalientes De barro (Piana), El último organito (Acho), Che bandoneón (Troilo), Fuimos (Dames) y El pescante (Piana), entre otras que seguramente hemos obviado de forma injusta. Pese a esta ingente obra, son únicamente dos los temas principales que podemos hallar en ella: «la nostalgia por barrios y personajes perdidos y la hondura de las relaciones amorosas» . Atendamos al primero de ellos: la nostalgia.
Este tema aparece ya en Viejo ciego, donde las notas melancólicas están presentes, ya que estamos ante la despedida de un anciano músico ambulante:
Ponés en las almas recuerdos añejos
y un poco de pena mezclás con alcohol.
Aunque esta composición no está a la altura literaria que Manzi conseguirá posteriormente con Barrio de tango y Sur. En Barrio de tango, el suburbio es rememorado con gran melancolía:
Un ladrido de perros a la luna
y la luna temblando en el zanjón,
los sapos chapoteando en la laguna
y a lo lejos la voz del bandoneón.
El recuerdo ha realizado esta estrofa y podemos observar, no sólo la fuerte presencia de la naturaleza, sino también la sensación de duración conseguida con los verbos en gerundio de los versos centrales y la unión de los sintagmas nominales y preposicionales del primer y último verso. Todo ello consigue ofrecernos la nostalgia, que vive en nosotros, de algo que ya no existe.
Sur es un poema basado en el paralelismo del verso y el contraste del contenido, que evoca singularmente cómo el paso del tiempo ha cambiado el barrio y ha desvanecido el amor de antaño:
-Nostalgia de los años que han pasado,
arena que la vida se llevó,
pesadumbre del barrio que ha cambiado
y amargura del sueño que murió.
La sólida construcción paralelística de estos versos nos transmite la pena, completada con el léxico que está circunscrito al desengaño que finalmente se acaba reconociendo:
Las calles y la luna suburbana,
y mi amor en tu ventana,
todo ha muerto... Ya lo sé.
Para estas estrofas, apuntamos las palabras de Ernesto Sábato acerca de que «el progreso que a macha-martillo impusieron los conductores de la nueva Argentina no deja piedra sobre piedra». Sin ninguna duda, se siente «que el Tiempo pasa y que la frustración de todos sus sueños y la muerte final son sus inevitables epílogos» . A esto debemos añadir que Homero Manzi procedía de una provincia interior y que «su encuentro con la ciudad fue de conflicto, y del rechazo surgió su refugio en el pasado porteño» . Con siete años ya vivía en Buenos Aires e iba a un colegio del barrio de Pompeya, alejado de su domicilio en el barrio de Boedo; así, en los tangos someramente analizados, entre otros, aparecerá «cada elemento de aquel paisaje –desde el largo paredón que recorría camino de la escuela hasta el terraplén del ferrocarril, en una mágica reunión de ciudad y pampa-»
En conclusión, el tango posee determinantes factores que acrecientan su valor literario junto al musical, pues ha tenido una clara evolución a lo largo del siglo XX. Con la letra de poetas como Homero Manzi, el cancionero popular (de Argentina e, incluso, del mundo, en algunas ocasiones) crece en calidad para temas tan representados como los del amor y la nostalgia. Esto se debe a que, «si por sus ideas le cerraban el camino a ser hombre de letras, él se dedicó a hacer letras para los hombres» («Los malditos…» 2005). Si los problemas políticos no dejaron a Manzi realizarse como persona, él consiguió burlarlos para vivir, tanto él como nosotros, en las letras de sus tangos.

 romi

martes, 3 de mayo de 2011

Mi libro favorito: El Túnel


En homenaje a la memoria de Ernesto Sábato traje este libro que me encantó leerlo

Resumen:

Breve e intensa novela publicada en 1948, este logrado fruto de la denominada 'literatura existencial' le dio a su autor un reconocimiento que traspasó las fronteras nacionales.
Para quien todavía no la leyó, El túnel es la mejor introducción al universo prodigioso de Ernesto Sabato; para quien la conoce, un clásico de las letras del continente, una historia sobre el drama del hombre ¿arrojado¿en el sinsentido más doloroso: la conciencia de la nada.
El narrador describe una historia de amor y muerte en la que muestra la soledad del individuo contemporáneo. No están ausentes de esta trama policial y de suspenso, la locura y la increíble reflexión del protagonista, el pintor Juan Pablo Castel, debatiéndose por comprender las causas que lo arrastraron a matar a la mujer que amaba , María Iribarne, y que era su única vía de salvación.

En este alucinante drama de la vida interior, seres intrincados en la bestial búsqueda de comprensión ceden a la mentira,  la hipocresía y los celos desmedidos hasta el crimen más inexplicable. Aventura amorosa, aventura onírica, aventura del ser que dan testimonio de un asesinato, de cierta memoria culpable y de una valiente
introspección.


Técnicamente perfecta y de lectura apasionante, El túnel excede el negativismo ácido de Sartre,
y la frenética huida hacia el vacío que plantea El extranjero de Camus, pero tiene de esos dos maestros literarios la impronta genial que hace de la escritura una radiografía del alma atormentada
 
Autor Ernesto Sábato
Género:

Clásicos Latinoamericanos / Novelas / Ficción y Literatura / Literatura Latinoamericana


romi